lunes, 9 de abril de 2012

Al ritmo del Chipi, Chipi

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AL RITMO DEL CHIPI CHIPI

Chipi chipi, eh eh, Chipi chipi, eh eh,
aprende a bailar el ritmo del Chipi chipi.
Pichipi chipi, eh eh, Chipi chipi, eh eh,
aprende a bailar el ritmo del Chipi chipi.


Epaaaaaaa.. Opalaaaa.. Gózalaaaa
Así, aprende negro..


Amor, te voy a comprar un buquecito para pescar,
en nuestra luna de miel.
Amor, te voy a comprar un trencito para viajar,
en nuestra luna de miel.

Anoche puse en la barra de las preguntas en el computador, “Bar Cinzano”, y me encontré sumido en el ambiente noctámbulo de ese mítico centro de Valparaíso del cual tuve noticias por un programa en la televisión. Esa vez quedé encantado de la atmósfera chinganera y sobre todo del canto de esa mujer que, a no dudar, es artista propia del lugar. También me sorprendió que estuviera allí el penquista Titae Lindl y su contrabajo. No volví a encontrarlos hasta que le conté mis emociones ante esas voces y sus melodías a mi nuera Sandra y ella me recomendara como podría llegar a ese mundo en el aparato de mi escritorio.

Como lo digo sí la encontré y ahí estaba ella, esa mujer madura y humorosa cantando el “Chipi Chipi, aprende a bailar el ritmo del Chi Chipi… Amor te voy a comprar un avioncito para volar...”. Invité a Marta a escucharla, a quien también le gustó y nosotros solos en nuestro hogar, nos encontramos incorporados en este medio de fiesta de fin de semana. Además de la artista, participaba el público con gran frenesí degustando una “chorrillana”, especialidad de la casa que tiene de bueno su contenido y que se come “todos del mismo plato”. Nuestro interés creció al descubrir que el you tube continuaba con el tío Lalo Parra y otros personajes de la noche y de la bohemia.

Más adelante había la posibilidad de escuchar las canciones conocidas, aquellas oídas en la infancia y adolescencia como las del folklore interpretado por Los Cuatro Huasos que son los que conformaron mi memoria con Bajando para Puerto Aysén, El tortillero, Camino agreste, Matecito de plata, El martirio, El rodeo o el Cantarito de greda. Pude ver la gran diferencia de ese conjunto y los posteriores Quincheros, más musicales pero no tan emocionales en mis evocaciones. Los que están allí son Los Cuatro Huasos, menos pulidos pero más Chile.

Junto a Marta escuchamos la misma canción y sus diversos intérpretes que remueven los recuerdos de la vieja victrola de la casa paterna cuando don Manuel o los parientes que nos llovían en los veranos mallequinos nos traían como presente discos nuevos, recién grabados en Odeón, RCA Víctor, Brunswick o Columbia. Podrían ser otros conjuntos huasos o Silvia Infantas, el dúo Sonia y Miriam, Ester Soré, Malú Gatica, quizás Rayen Quitral con su voz lírica en La tranquera, Copihues Rojos, Una pena y un cariño, el Ay, Ay, Ay.

Marta vivía el entusiasmo y la emoción recordando su pasado capitalino y yo el mío campesino del sur y nos sentimos entonces tan acompañados, cualidad que tiene la música, la voz y el ambiente de aquel bar tradicional porteño.

Iván Contreras R. 2012

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lunes, 5 de marzo de 2012

El hundimiento del Angamos


Escúchame destino porque eres tan tirano / con este ser amado que quiero con fervor / la ley inexorable  hundió al transporte Angamos / dejando como huella  la angustia y el dolor. / En una horrible noche  después de un año justo / de aquella triste fecha allá en Alpatatacal  / el mar embravecido nos troncha tantas vidas / que llenas de esperanzas surcaban por el mar.

Así fue transcurriendo aquella triste noche / y luego en el oriente surgió el amanecer / solo quedaban restos de aquella muchachada / que entregaron sus vidas cumpliendo su deber./ El comandante Suárez también (en) contró la muerte / dejando en este mundo envueltos en el dolor/ a su querida esposa que llora sin consuelo / y también un hijito el fruto de su amor.

Guitarra calla un poco que mi alma se halla herida / por este rudo golpe que sufre mi nación. / Mis lágrimas se ruedan al ver a mi bandera / flameando a media asta y envuelta en un crespón. (bis)

El 6 de julio de 1928 naufragó el Angamos, nave de la Armada chilena, frente a Punta Morgüilla, al sur de Lebu. Procedía de Punta Arenas y su ruta tendría escalas  en Puerto Montt, Coronel  y Valparaíso. Había sido adquirido en Europa hacia 1891 y se le empleaba en el transporte de tropas.  Esta vez al salir de Puerto Montt lo hacía con 269 personas entre pasajeros y la tripulación. A poco de navegar les sorprendió una fuerte tormenta que dejó inservible el timón dejándolo al garete, con peligro de ir a estrellarse en los roqueríos de la costa. El comandante  Ismael Suárez ordenó al radiotelegrafista lanzar un S. O. S a quienes pudieran oírles y el Tarapacá que navegaba en la zona les escuchó repitiendo el llamado de auxilio llegando así a la Gobernación Marítima de Talcahuano. El barco chocó contra los arrecifes y se hundió rápidamente, en total oscuridad, haciendo uso de pitos y sirenas por si era escuchado y socorrido desde tierra.

Del pasaje total del transporte Angamos se dio por desaparecidas a 179 personas, se recuperaron 83 cadáveres y solo hubo 7 sobrevivientes. Muchas familias chilenas fueron tocadas por la tragedia. La poesía popular tuvo un buen tema sobre el que fabular y Críspulo Gándara, músico y payador penquista, compuso su conocida canción “El hundimiento del Angamos” que grabó en un disco Odeón, de 78 rpm,  acompañado por Los Huasos de Pichidegua en aquel mismo año.

Uno de los sobrevivientes afirmaba que en el momento del naufragio el comandante Suárez al ver que nada podía hacer, se habría encerrado en su cabina y descerrajado un tiro, pero eso es parte de la leyenda, pues se sabe que él fue uno de los salvados y que reclamó al autor que lo daba por fallecido, pero la canción era tan popular que ya nadie consintió en corregir la letra.
                                                                                                                
Iván Contreras R. 2012
Prof. Emérito. U. de Concepción


lunes, 6 de febrero de 2012

La mujer chilena

El huaso y la lavandera
(Mauricio Rugendas)

Cuando pienso que en todo lugar del país que visito me encuentro con gente, aún en el más inhóspito como en aquel de la patagonia chilena- tan lejana- en donde reina el viento, la lluvia, la nieve y sobre todo el frío y en ese ambiente siempre resalta el hombre y junto a él la mujer sobre esas condiciones tremendas. Siendo él el héroe presente, quedando en la historia y ella permaneciendo en el desconocimiento y el olvido.

De mi existencia infantil campesina, agreste, áspera en invierno, inmensamente calurosa en el verano, mis recuerdos son grandes para las mujeres, las que se ocupaban de nosotros los niños pequeños, de nuestras enfermedades, de las necesidades biológicas y de satisfacer las hambres del crecer.

En los campos de Purén la mujer se levantaba a las cinco de la mañana para cocer el pan amasado la noche anterior. Enseguida había que preparar el desayuno para quienes debían ir a la loma o caminar a la escuela. Había empuje en la mujer, que salía adelante como crecían los trigos, ya que todo significaba para ellas esfuerzos y sacrificios, y pocos triunfos junto a la olleta de tres patas o talvez lavando en el río con la inmensa paleta de madera, la ropa grande o la pequeña de los interiores. Si no en la artesa con el agua cristalina del Ipinco, el arroyo de la montaña.

La mujer estaba sujeta a la casa, a la mantención de la familia, al tejido o al remendar. O le sobraba trabajo en las chacras, en desmalezar los vinagrillos, arrancar las legumbres secas, sacar las papas, en coser los sacos de trigo y había que enseñar a las hijas a seguir ese mismo camino y a defenderse de las cogidas de la vida. Y eran las viudas de negro, quienes recogían las espigas en el rastrojo después de la emparva. Las que seguían el destino marcado por las mujeres mapuches ancestralmente pegadas a la tierra en el cultivo o en la recolección. O quizás siendo la retaguardia de su huentru mientras éste formaba hueste de lanzas contra el invasor. Desde la otra loma ellas alimentaban al hombre, curaban sus heridas, mitigaban su cansancio y terminaban por echar por la calle del medio, apedreando e insultando, a los españoles en su afligido escape.

Pero nadie les pagaba por su afán, sino más bien con más esfuerzo, con más responsabilidad que el propio hombre quien encontraba el regocijo de los aires libres, de los panoramas abiertos de montes y pajonales.

En el día de ayer la mujer de los campos no tenían la calidad de temporeras que han incorporado en los últimos años a la industria campesina, que enfrentan llenas de esperanzas, pero sin grandes garantías, porque ellas frecuentemente hacen presente que no son debidamente atendidas en su pasar laboral. Que debe mejorar la calidad de vida de las trabajadoras.

Iván Contreras R.-2009

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