sábado, 22 de mayo de 2010

Escribir la vida

De este ambiente nacional creado por el terremoto 27/F como se le ha denominado haciendo parangón al 11/S de los Estados Unidos. Tanto golpeó aquel hecho de la caída de las Torres Gemelas a un gran país quizá tanto como nos afectó este cataclismo a nosotros. Ni siquiera los acontecimientos telúricos de la colonia o de antes como aquel de 1647 en Santiago que creo al Señor de Mayo o el de 1751 en Penco con maremoto y todo y que determinó el traslado de la ciudad de Concepción al valle de la Mocha fueron parecidos a éste que nos ha tocado sufrir este año de 2010, pensando que aún pasarán unos cuantos meses para recuperar la tranquilidad y llegar a la paz de una rutina de paz diaria, haciendo excepción de aquellas familias que sufrieron pérdidas de sus parientes, o de aquellas que perdieron sus viviendas. Y tendrán que pasar generaciones para que llegue el olvido y que ya está inserto en la historia como el quinto más violento con sus 8,8º, porque antes en el siglo XX hasta ahora se ha podido calibrar el de Valdivia, Chile, el 22-5-1960 con 9.5 º como el mayor. Los otros : el de Alaska, el 28-3-1964 con 9.2 º; en Rusia el 4-11-1952 con 9.0 º; el de Indonesia, el 28-12-2004 y el nuestro en este año con 8.8º.

El de Valdivia, hace 50 años, se ha considerado el mayor del mundo, un fatal record agravado con el derrumbe en la salida del Lago Riñihue que alargó la agonía por varios meses más. En lo personal afectó a mi familia con el fallecimiento de Amelia, la magnífica auxiliar huilliche tenida por años y que se vendría a nuestro nuevo destino en Concepción unos días después, sólo que entonces apareció su nombre entre los fallecidos y desde luego jamás llegaría y sí su recuerdo está siempre con nosotros.

El caso es que nos haya tocado sentirlo y aguantar las consecuencias de este 27/F, la falencia de las necesidades básicas en el principio, cosa tremenda, especie de tiempo de guerra, más el horror de los compatriotas que perdieron el horizonte y adoptaron actitudes inaceptables y que de alguna manera pagarán­- aunque sea solo con el arrepentimiento- durante todo el resto de sus vidas.

El terremoto, es una realidad que nos correspondió en suerte a los chilenos, con un país que cuelga sobre el Pacífico y que no tiene miras de estabilizarse. Que nos lo recuerda cada cierto tiempo la réplica solapada, alguna tan violenta que nos parece un nuevo terremoto. Una cosa es soportar los movimientos, soportar la destrucción de nuestro ambiente en Concepción, solucionar el problema de quedarse sin puentes cuando el gran río del que nos sentimos orgullosos por fuerte, extenso y caudaloso, nacido en la patria nuestra y que no deja de tener su belleza, también ahora nos parece un enemigo. Volver al pasado en que el BioBio, hasta donde llegó el conquistador, establecía un norte y un sur de Chile.

La causal de nuestro mundo sísmico bien explicado por los científicos de la geología, de existencia propia, no es comprendida por aquellos países, principalmente europeos, porque ellos no tienen estos fenómenos en su cultura y eso es lo que hace que mantengan incólumes sus antigüedades, su ayer, todo aquello que nosotros vamos a conocer como en una peregrinación. Su arquitectura, los objetos de creación de sus hombres, seguramente no existirían de tener una realidad semejante a la nuestra.

Iván Contreras R.
Prof. Emérito, U. de Concepción