lunes, 17 de enero de 2011

Primera mitad del siglo XX, su sentido de época


Motivado por las fotografías antiguas de la familia se ha de hablar de los antepasados, de quienes vivieron de amores, de penas y alegrías, pero de trabajo sacrificado. También de sus viajes en un contexto diferente, en que todo funcionaba de otro modo en comparación a este mundo actual, cuando se hacían en carruajes de tracción animal, por caminos de tierra cuyo estado dependía de las estaciones del año, por lo que en invierno se iría por una vía cubierta de barro si no lo mandara una emergencia grande como un atroz dolor de muelas, quizás un accidente en los potreros.

Para satisfacer otras exigencias estaba el tren, que no fallaba para ir a la ciudad lejana en donde estaba el liceo o el gran hospital necesario. Para lo mismo el trencito de trocha angosta daba salida al ramal de los italianos de Capitan Pastene. Desde Contulmo los estudiantes amanecían a caballo para tomar el tren en Purén. Al mismo tiempo otros contulmanos que iban a Cañete o a Lebu- la capital de la provincia de Arauco- se embarcaban en el vaporcito Santa María del colono Federico Müller que navegaba la laguna Lanalhue hasta Peleco y retomar allí el ferrocarril a su destino. Los viajes a Europa, en esos días, desde Valparaíso, se hacían en grandes transatlánticos a vapor y por un mes.

Los animales eran parte importante de las pertenencias de cada habitante, el piño de ovejas, fueran los caballos o los vacunos, que tenían sus jornadas diarias en un campo que funcionaba con el monocultivo del trigo, en lomas y cerros suaves en que todavía no se encontraban pinos ni eucaliptus. Las yuntas tiraban los arados, las rastras y otra maquinaria cuando recién llegaban los tractores. Estaban los hombres sometidos a las medicinas naturales y no se conocía la penicilina que, con toda seguridad, pudo curar enfermedades que por entonces resultaron mortales, y los mismos médicos del pueblo estaban expuestos a un desgraciado contagio.

Los artefactos van evolucionando y manteniendo su vigencia como la bicicleta y los primeros automóviles, la pluma fuente, el lápiz Faber Nro. 2 en las escuelas urbanas y rurales atendidas por las maestras y maestros egresados de las escuelas normales de Angol y de Victoria. Los objetos de la casa y de la cocina son hoy antigüedades dignas del museo, como también los aparatos que reproducían música de melodías ya idas. Cuando la electricidad solo iluminaba los pueblos, a veces débilmente, era difícil la conservación de los alimentos en los campos, sin refrigeradores, pero existían formas tradicionales de conseguirlo.

Las vestimentas estaban sujetas a los dictámenes de la moda impuestos por las revistas Pacifico Magazine, Margarita, Zig-Zag o Para Ti. Tiempo de costureras y sastres – hoy oficios concluidos- que daban sabias formas a los cortes de género que surtían las tiendas y paqueterías del pueblo o que venían en el brazo del falte. Los zapateros hacían el calzado para cada persona, remendaban los que envejecían con el uso.

Como funcionaba todo, como se pensaba y se compartía en sociedad, en las visitas, en los ámbitos y bares de los hoteles, como se recibía a la primavera con las fiestas y su reina, la joven más bella de la localidad, daba el sentido de la época, estilo que nosotros situamos ahora, con la debida perspectiva, en la primera mitad del siglo XX.

Iván Contreras R.
Prof. Emérito, U. de Concepción


Fuente: http://www.caleuche.org/valparaiso.html