martes, 8 de marzo de 2011

Tocando la guitarra


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Ese día en la feria de libros usados me llamó la atención un título de portada verde y la fotografía de una mujer y su guitarra: “La cantora popular, fuente de nueva vida”. Allí uno tiene tiempo solo para hojearlo, tal vez para leer un párrafo. Lo demás lo hace la tincada y que esa obra se haga querer. El resto habrá que dejarlo para la casa, que nos pueda sorprender o que no le hallemos mayor gracia.

Las ferias no siempre ofrecen buenos precios, pero sí la posibilidad de encontrar libros que se han hecho escasos, que son de décadas pasadas como este de la cantora popular que es de 1988 y además de una edición privada que jamás llega a las librerías formales. El Taller de Acción Cultural – Quinchamalí, le dio forma en base a entrevistas a cantoras populares de la zona de Ñuble. De los campos y de los pueblos, ellas consideran un don tener voz y el manejo de una guitarra. Podían tener voz para cantar composiciones de su pertenencia o lo de otras, pero lo que siempre - según decían - era difícil hacerse del instrumento y una de ellas contaba que tocaba en una guitarra heredada, muy vieja y nunca afinada. Lo otro era tener “una memoria grande y dotes” y también que no “tuvieran vergüenza para cantar”, o sea no amilanarse ante el público de esa fiesta, trilla de enero, casorio, novena de las Carmenes, el Mes de María o velorio de angelito al que “uno le cantaba sus tonás,” para donde son requeridas, queridas y muy bien atendidas.

Con ese libro, el Taller quiso rescatar la historia y conocer nuestra identidad. Descubrir desde luego que cada cantora tiene muy adentro el lugar en que ha vivido, su familia, sus casas, sus patios apisonados, sentir el perfume de sus flores y de sus huertos. Y una cantora no se hace por generación espontánea sino que hay un destino que recorrer, desde la niñez, de la herencia de sus mayores, de madres y abuelas, vecinas y parientes, de canciones ajenas que se vienen cantando en el tiempo y propias principalmente. “Aprendí a tocar por tercera alta, por transporte españa y por guitarra. Hay tantos toquíos, pero son más antiguos. Es un don que nuestro señor me dio al nacer, y que tendré que morir con él. Por eso es lo más grande que tengo. Por eso no me he casado porque tenía un novio campesino. Un hombre muy buen mozo, de muy buena familia, de dinero. Entonces yo pololeaba con él. Un día me dijo que él se iba a casar conmigo, pero yo tenía que dejar la guitarra.”

Cuando escuchó eso, le dolió mucho y se expresó diciendo: “si uno con cantar no hace nada, no comete nada malo. Porque a mí todo el mundo me respeta cuando salgo a cantar”.

Entonces doña Edith le agregó que se acababa todo, que se olvidara de ella, “que prefería mil veces la guitarra antes que él”.

Ver como ese grupo TAC hizo recorridos aquel año por los campos de Chillán, por Quinchamalí, en donde las loceras hicieron tradición de la guitarrera de greda negra y sus filigranas, por San Nicolás y Portezuelo, sobre todo en este último pueblo en donde se pusieron en contacto con las cantoras populares, con su oficio de cantar, con las tradiciones y comprendieron que ellas eran fuentes de nueva vida.

Iván Contreras R. 2011





Fotografía "Guitarrera de Quinchamalí": manosdelalma.cl

jueves, 10 de febrero de 2011

Pajonales

Es de mi información que existe el "Dia Mundial de los Humedales" que se aprobó en una Convención Relativa a los humedales de importancia internacional,de fecha 2 de febrero de 1971 en Ramsar, ciudad de Irán y Chile se hizo partícipe desde 1981. En 2005 estableció una Estrategia Nacional de Conservación y Uso Sustentable de Humedales.

Por eso hay que tener presente la maravilla que es la vida de los pajonales de nuestras cercanías y no intentar secarlos ni darles provechos ajenos y desde luego hay que iniciar en los niños la instrucción en el cuidado de estos territorios bajo las aguas, respetar la vida que allí se acoge y considerar que forma parte del paisaje. La compensación de la sequedad de lomas y cerros son sus pajonales o humedales, llegan a un equilibrio. Una vida de milenios se le deben como herencia a las generaciones futuras. Preocuparnos de la tierra y de las aguas, cuidando los humedales.
I.C.R.





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Pajonales


Por entonces, a mediados del siglo XX, en Lumaco y en Purén se les llamaba pajonales, y cuando niño viví junto a ellos. Se denominaban así por la variedad de pajas bravas o cortadoras, por los batros y las totoras, que por milenios proveyeron a los naturales del lugar de material para construir, torcer cuerdas; para tejer o hacer cestos. Hoy en día se les llama humedales. En tiempos de la conquista y de la colonia los españoles mencionaban a las ciénagas de Purén, que eran temibles porque en cualquier escaramuza los mapuches se guarecían en ellas, en sus islas y bajíos y sus adversarios se empantanaban con sus cabalgaduras poniendo en peligro sus vidas.

Los pajonales eran verdaderos santuarios de la naturaleza por su vida vegetal de algunos canelos, de pitras y temos, que pasaban gran parte del año con sus raíces en el agua. La abundancia y diversidad mayores eran en la avifauna de especies propias y aquellas venidas de otros mundos en cada estación buena. De entre las aves- donde las garzas blancas eran hermosísimas- nos interesaban los patos silvestres comestibles y en su momento eran tantos los pichones que los cazábamos a palos al salir a los rastrojos. Asimismo recuerdo, durante la migración de aves al asomar la primavera, la llegada de las golondrinas, finas y bellísimas en sus rápidos vuelos blanco y negro.

Como las aguas eran bajas se pescaban grandes carpas con arpón pues su espinazo dibujaba la superficie. Coipos y huillines preparaban sus madrigueras y no les faltaba alimento tierno.

Con nuestras piernas de niños recorríamos los pajonales pisando sobre un légamo movible de trozos de totoras. Existían canales invisibles conocidos sólo por nosotros y por ahí se navegaba en rústicas canoas impulsadas por una larga vara. En esa época se creía que los pajonales se habían formado porque no existía un correcto y fluido drenaje, y para corregir eso se contrató a los ingenieros civiles René y Ernesto Ojeda quienes ejecutaron vías de desagüe. Supe que por un tiempo se logró rescatar algunas tierras, pero que finalmente las aguas habían vuelto por sus antiguos fueros.

Los numerosos y densos pantanos solían tragarse a los animales, y si alguno sobrevivía un rato siquiera, podía salvarse - tirándolo- por medio de lazos o cadenas con yuntas de bueyes, o apealados desde caballos. Nosotros criamos una ternerita encontrada junto a su madre muerta de agotamiento en los esfuerzos por librarse de su empantanamiento, animalito que fue nuestro regalón y que creció hasta ser una vaca que asomaba su astada cabeza por la puerta de la casa y que con un mugido bajito pedía algún delicado bocado junto a la palmada de cariño. Podía verse a la Pitoca, ése era su nombre, paseando sobre su lomo a cuatro o cinco niños de la escuela. Con el tiempo cumplió su destino de madre y lechera, y un día la perdimos de vista para siempre al ser llevada a la feria del pueblo.

Iván Contreras R., 2008



Fuente: http://turismopuren.blogspot.com/

lunes, 17 de enero de 2011

Primera mitad del siglo XX, su sentido de época


Motivado por las fotografías antiguas de la familia se ha de hablar de los antepasados, de quienes vivieron de amores, de penas y alegrías, pero de trabajo sacrificado. También de sus viajes en un contexto diferente, en que todo funcionaba de otro modo en comparación a este mundo actual, cuando se hacían en carruajes de tracción animal, por caminos de tierra cuyo estado dependía de las estaciones del año, por lo que en invierno se iría por una vía cubierta de barro si no lo mandara una emergencia grande como un atroz dolor de muelas, quizás un accidente en los potreros.

Para satisfacer otras exigencias estaba el tren, que no fallaba para ir a la ciudad lejana en donde estaba el liceo o el gran hospital necesario. Para lo mismo el trencito de trocha angosta daba salida al ramal de los italianos de Capitan Pastene. Desde Contulmo los estudiantes amanecían a caballo para tomar el tren en Purén. Al mismo tiempo otros contulmanos que iban a Cañete o a Lebu- la capital de la provincia de Arauco- se embarcaban en el vaporcito Santa María del colono Federico Müller que navegaba la laguna Lanalhue hasta Peleco y retomar allí el ferrocarril a su destino. Los viajes a Europa, en esos días, desde Valparaíso, se hacían en grandes transatlánticos a vapor y por un mes.

Los animales eran parte importante de las pertenencias de cada habitante, el piño de ovejas, fueran los caballos o los vacunos, que tenían sus jornadas diarias en un campo que funcionaba con el monocultivo del trigo, en lomas y cerros suaves en que todavía no se encontraban pinos ni eucaliptus. Las yuntas tiraban los arados, las rastras y otra maquinaria cuando recién llegaban los tractores. Estaban los hombres sometidos a las medicinas naturales y no se conocía la penicilina que, con toda seguridad, pudo curar enfermedades que por entonces resultaron mortales, y los mismos médicos del pueblo estaban expuestos a un desgraciado contagio.

Los artefactos van evolucionando y manteniendo su vigencia como la bicicleta y los primeros automóviles, la pluma fuente, el lápiz Faber Nro. 2 en las escuelas urbanas y rurales atendidas por las maestras y maestros egresados de las escuelas normales de Angol y de Victoria. Los objetos de la casa y de la cocina son hoy antigüedades dignas del museo, como también los aparatos que reproducían música de melodías ya idas. Cuando la electricidad solo iluminaba los pueblos, a veces débilmente, era difícil la conservación de los alimentos en los campos, sin refrigeradores, pero existían formas tradicionales de conseguirlo.

Las vestimentas estaban sujetas a los dictámenes de la moda impuestos por las revistas Pacifico Magazine, Margarita, Zig-Zag o Para Ti. Tiempo de costureras y sastres – hoy oficios concluidos- que daban sabias formas a los cortes de género que surtían las tiendas y paqueterías del pueblo o que venían en el brazo del falte. Los zapateros hacían el calzado para cada persona, remendaban los que envejecían con el uso.

Como funcionaba todo, como se pensaba y se compartía en sociedad, en las visitas, en los ámbitos y bares de los hoteles, como se recibía a la primavera con las fiestas y su reina, la joven más bella de la localidad, daba el sentido de la época, estilo que nosotros situamos ahora, con la debida perspectiva, en la primera mitad del siglo XX.

Iván Contreras R.
Prof. Emérito, U. de Concepción


Fuente: http://www.caleuche.org/valparaiso.html

martes, 21 de diciembre de 2010

El siglo XIX, tiempo de progreso


Carro de tracción animal, Temuco, año 1911

Se ha estimado que los días de la colonia española alcanzaron hasta 1810, por lo que nos parece que aquel período se prolonga por sobre el siglo XIX y que su espíritu se continúa como un sustrato de las costumbres hasta el día de hoy. Es posible que sumidos en el ahora no percibamos los remanentes coloniales que se encuentran en lugares geográficos aislados o en espacios muy cercanos siendo las artes y la literatura principalmente las que los sacan a la superficie. El folklore también los hace presente.

En la enseñanza media y sus contenidos se puso mucho énfasis en el desarrollo político, de los decenios y sus presidentes, en las guerras con los países del norte y vimos poco de la vida social y cultural. Todo, más bien, situado en el valle central, siempre con el Biobio como frontera meridional, por lo que ya pasada la mitad del siglo el gobierno empieza a correr esos confines al preocuparse de lo que significa el mapa del país, de sus límites y descubrir que había territorios estratégicamente vacíos en el sur continental por lo que se optó por ocuparlos con moradores de países lejanos, organizando la colonización extranjera junto a la chilena. Alemanes, suizos y franceses llegan a las tierras habitables al lado de los ríos y lagos de ese extremo.

Asimismo el estado se percata que existen grandes extensiones ocupadas por la etnia original en la Araucanía y se tomó posesión de ellas por un proceso que se llamó de pacificación. En ese siglo XIX, ya criollo, se optó por entrar a considerarlas como entidad nacional, sobre todo cuando esas regiones eran una aspiración de propiedad para pueblos ajenos intentando establecer una extraña monarquía. Antes se recuperó Chiloé y Valdivia que siempre se habían entendido directamente con el virreinato del Perú; había que nacionalizar esos campos. En suma se formó el país geográficamente con el suelo circunscrito por la colonia española que incluía tierras allende los Andes pero que ya habían pasado al virreinato de la Plata; pues hay que saber que hubo chilenos nacidos al otro lado de la gran cordillera y el resultado fue un país extenso, largo y angosto volado sobre el mar Pacífico, por tanto de gran variedad en relieve, clima y producción.

En las últimas décadas alcanza una extensión mayor sobre el gran desierto del norte. El tendido de líneas y puentes metálicos del tren fue como una columna vertebral junto a las vías camineras para comunicar sus distancias. Es, pues, ese siglo de fuerte acción política, social y académica, porque había que ponerse al día con la cultura universal y estructurar una nación en todo sentido, sea de la industria, la minería del carbón, del salitre y el cobre, de la agricultura del trigo. El progreso viene con el vapor y la electricidad.

Así el resultado fue muy atractivo para los viajeros y los científicos europeos constreñidos por las antiguas prohibiciones y celo español. Llega a ser un siglo bien conocido y sistematizado, y para los chilenos puede ser la vida decimonónica como raíz y fuente de desarrollo de casi todas las ciencias y técnicas actuales.

Iván Contreras R. 2010



Fuente de las imágenes: Tranvías de Chile

jueves, 2 de diciembre de 2010

De leer libros… Domeyko



Del total del libro de turno uno encuentra determinados episodios que quisiera compartir, así de este diario del joven científico polaco Ignacio Domeyko, contratado por el país en 1838, cabe citar parte del testimonio de su viaje desde Buenos Aires hasta Mendoza en compañía de un amigo y un guía. Como la cordillera de los Andes quedaría cerrada con el invierno que se aproximaba no descansó en la capital argentina y partió prontamente ya que tenía más 500 kilómetros por delante para llegar a ella.

Lo primero era comprar un pasaporte de postas, sistema que organizaba aquel gobierno para realizar estos viajes, lo que le permitiría ir cambiando caballos después de un gran recorrido desde el principio al galope por la pampa, extensión inmensa bajo un cielo azul y un horizonte que se combaba al tomar la curva de la corteza terrestre.

Quedaban atrás pequeños pueblos en su vida de domingo, ranchos y posadas que iban emergiendo adelante, acercándose y alejándose a medida que iban pasando en su galopar infinito. Rompían la monotonía bosques que asomaban azules de lejanía y que al aproximarse no eran más que rebaños de vacunos o caballares cimarrones, quizás ser caravanas de carretas pamperas moviéndose lentamente en el hacer el comercio de cueros, grasas y trigo entre las ciudades del interior y la misma Buenos Aires. A veces veían brillantes y hermosos lagos que al acercarse a ellos no eran otra cosa que espejismos.

Los pastos de la pampa que alimentaban a tantos animales son diferentes a los nuestros y los tréboles y chépicas se van renovando con las estaciones, por lo que nunca faltaban en su alimentación. En esta planicie se encontraban de vez en cuando con otros jinetes galopando a prisa: “ nos cruzamos con un gaucho de poncho azul levemente inclinado hacia adelante pareciendo formar un solo cuerpo con el caballo, su rostro no es salvaje ni severo, sino sereno y grave …”. Aquel iba sumido en sus pensamientos, los ojos en lontananza, ignorando totalmente a quienes cabalgaban en sentido contrario.

Domeyko describe la vestimenta del hombre natural de esas tierras como pintoresca contrastando con el campo verde, con su poncho azul con forro rojo- encargado a Chile nos dice- y bajo él la chaquetilla, el cinturón y el cuchillo al cinto. Desde la cintura la prenda llamada chiripá, calzado de cuero crudo de potro, largas espuelas, sombrero negro y la cabeza envuelta en su pañuelo que le protegerá la cara del fiero viento pampero. Junto a la montura lleva el lazo, rebenque y un juego de boleadoras heredadas de mapuches y patagones como armas de defensa y herramientas de trabajo. Los gauchos no son agricultores, comerciantes ni artesanos, son pastores ganaderos o de vida errante que llevan consigo enorme soledad, realzan la pampa con la diversidad de su ropaje, su postura en el caballo con el que mantienen estrecha relación, su vitalidad y espíritu de libertad.
Iván Contreras R- 2010



Ignacio Domeyko


Imagen de gaucho: argentour.com

domingo, 14 de noviembre de 2010

Atmósfera previa a 1810


Fernando VII

Si sabemos poco, intuimos más de los momentos previos a aquel año glorioso de 1810 en que varios países de América despiertan de una larga siesta de tres siglos y cambian su status en el que habían permanecido por tanto tiempo. No fue algo repentino, no fue un despertar súbito sino que fue algo posible de pronosticar, como presentimos todas las noches el amanecer por el trinar de los pajarillos que traen consigo a la luz del nuevo día. Es que el siglo XVIII trajo cambios en las ideas generales y aún de antes venían madurando - como todo evoluciona- en la sociedad colonial.

En aquel ambiente, pese a la lentitud con que se conocen las noticias y las experiencias terminan por asentarse y hacerse carne en las mentes de los personajes como la insurrección de las colonias norteamericanas contra Inglaterra, el país que les aflige. La revolución francesa puso cierto poder en el pueblo y aquí eran tierras de españoles y de portugueses fértiles en el recibir ese sentido libertario que atraviesa los mares y vuela por los territorios. Todo se conjuga, es posible leer a los filósofos franceses que manejan ideas nuevas, de un hombre nuevo, y tuvimos nuestros propios pensadores, por allá Miranda y acá Martínez de Rozas.

Si en las colonias se da una respuesta parecida, una reacción esperada, fue por que los mismos reyes españoles procuraron una unidad conseguida por la dictación de leyes y ordenanzas que afectaban a todas por igual, tolerando algunas diferencias y son parecidas reacciones aunque las distancias entre ellas fueran tremendas.

Nuestro Chile separado del Perú por un desierto imposible; por unas alturas que apunan del Alto Perú o por una muralla ciclópea, la cordillera de los Andes y la pampa infinita hasta Buenos Aires, sin embargo los vientos vencen las imposibilidades e informan y uniforman el sentido de la época.

Un mismo nivel cultural, la vida económica y aunque las etnias originarias fueran diferentes la raza europea como estaba en todas partes le daba uniformidad, maneras de gobierno y trato. Hasta el lenguaje da los lineamientos castellanos. El mar unía todo, pero su desarrollo no era tan grande más al encuentro de los siglos los barcos extranjeros, los venidos de Boston, de Francia o de Holanda hicieron ver que había otras formas de vivir, la forma independiente, el autogobierno y el pensar libremente.

Y aunque España fue maestra en enseñar a los demás países europeos a como organizar el funcionamiento de una colonia, la misma metrópolis tuvo su propia crisis y lo fue el ser invadida por Napoleón y atender a la abdicación de los reyes, y es José quien quiere dominar los asuntos españoles aún la vida de ultramar. Pues el Consejo de Indias se ha mantenido libre y sigue manejando la América india, pero aquí en cada lugar perciben la debilidad con que llegan ahora sus mandatos. Y la idea de incorporarnos al Mundo napoleónico recibe el más grande rechazo nuestro y a la hora de tomar importantes acuerdos se establecen juntas de personas brillantes en cada país y esas gentes son criollas que nunca obtenían cargos representativos, pero como eran los tenedores de la tierra y de la fortuna, ahora al tomar decisiones si fueron importantes.

Iván Contreras R, 2010

miércoles, 27 de octubre de 2010

La fuerza del siglo XVIII


Es 1700 año de un gran cambio en España por marcar el término de los Austria con el fallecimiento de Carlos II y vendría Felipe de Anjou como Felipe V, el primer Borbón e ideas francesas que para América significaron una vida política muy activa con el envío de más representantes peninsulares, una modernización de los ejércitos y marina, también del comercio y la producción. Se cimenta la agricultura con obras de regadío. Crece la industria manufacturera de tejidos, de artículos metalúrgicos, armas, loza, muebles etc. Los virreyes y gobernadores debían cumplir mejor sus cargos de modo de mantener el resurgimiento en las colonias, aunque Chile sigue aislado por su tremenda lejanía.

Se hace importante la ruta por el Cabo de Hornos y las naves al pasar por el extremo sur encontraban canoeros que les ofrecían extraños insumos, pasando por los puertos de Chiloé, Valdivia, Concepción y Valparaíso aumentando su afluencia y de mercaderías españolas y europeas. En aquellos últimos años coloniales desaparece el monopolio y ante la presión externa llega el contrabando de artículos franceses desembarcados en Concepción e ingleses desde Buenos Aires. Chile despacha sus productos a Lima, el trigo, vinos, cueros, charqui, cobre en barra, frutas secas, legumbres, velas de sebo, quesos, madera – de alerce de Valdivia y Chiloé- y hacia el otro lado, los ponchos azules o rojos tan apreciados por los gauchos. Desde el Perú nos llegaba el azúcar, piedras de sal, salitre, tabaco, telas de bayeta, chocolate, arroz etc., y de Argentina o Paraguay principalmente la yerba mate, oro verde para algunos y vicio deleznable para otros. Por 1790 España autorizó a EEUU e Inglaterra la caza de la ballena y el lobo marino en el Pacífico lo que trae muchos barcos a nuestras costas y aumento del movimiento intercolonial de los diferentes tipos de producción.

El trigo, cuya semilla llegó desde Andalucía, hacía andar la actividad en las haciendas, porque había que cultivar ya que el oro era para unos pocos y los criollos aprendieron a enriquecerse con la pertenencia del suelo y la crianza de ganados haciendo nacer el inquilinaje que trabaja las tierras lejanas pagando su uso en cosechas, leña, miel o dinero. Peones mestizos se ocupan en las minas y entre los agricultores ha de conformarse al tipo del huaso, encargado también por los medios de transporte en las rutas entre las ciudades y los puertos, con caravanas de carretas y recuas de mulas. En la cercanía de las urbes se explotaba la chacarería y las quintas de frutas; las viñas desde Concepción y en la zona central. Se establecen costumbres, la vida social y la economía, una cultura, que son mensajes a los siglos posteriores a 1810. Las artesanías florecían en los telares, géneros ordinarios, ponchos y frazadas. La arcilla proveía de vasijas, tinajas para la chicha y el vino. El cuero para el calzado, las monturas y sus aperos. De cobre los alambiques, palanganas y ollas. Si de el cáñamo podía producirse cordeles, jarcias y lonas. De la platería, la vajilla en que fue importante la labor de los monjes jesuitas de Calera de Tango.

El más notable gobernador del siglo XVIII don Ambrosio O”Higgins, el padre de nuestro prócer máximo don Bernardo, se hizo recordar fundando ciudades, impulsando los caminos, canalizando tierras de cultivo, la construcción del puente de Cal y Canto, contratando a Joaquin Toesca para levantar la Casa de Moneda, los tajamares del Mapocho y la Catedral.

Iván Contreras R. 2010

jueves, 7 de octubre de 2010

En plena colonia


Fueron casi tres siglos de los que sabemos muy poco, desde que se instaura la colonia hasta que el pueblo de Chile estima declararse independiente, en las ciudades y en las encomiendas donde se va fraguando una civilización que ha sido trasfondo de nuestra vida actual. Quiero llegar a la esencia en palabras, dar el sentido de época con civiles, religiosos y soldados siempre listos para lo que fuere en la tierra tomada y más allá del Biobio límite y frontera impuesta por el sentido común.

La ciudad trazada a escuadra como un tablero de ajedrez fue asiento para el español con espacio para la iglesia, los conventos, el colegio, la plaza, los solares y las casas de los habitantes. Todos estuvieron en la fundación, que tenía su protocolo con participación perentoria del gobernador y en el poblamiento las mujeres tenían un papel relevante, eran muchos sus roles y muy sacrificados como ignorados. Españolas y criollas, mestizas e indias responsables de la descendencia significaban la continuidad cultural. Lo urbano se extendía a lo rural en las chacras y heredades para las siembras y mantención de los ganados. Aquí y allá se levantaban fabricas de adobes, ladrillos y tejas, junto a maderas de los bosques nativos se alzaban las construcciones, no siempre capacitadas para soportar los frecuentes temblores.

Los hijos de esas mujeres estudiaban en los conventos y allí alguien les contaría de España, siempre presente, como del Rey también siempre de oídas, invisible, porque jamás vino un rey a América, y con tanto poder que de él se recibían los favores y también los castigos. Hastiados de ser ciudadanos de segunda o menores de edad por ser considerados de poca capacidad intelectual, indios, mestizos y criollos, de formación española mantenían la influencia india por el lado materno, y se hacían fuertes y diestros en cosas del campo y de la guerra viviendo a plena naturaleza. Ya crecidos los buenos trabajos se daban a los nacidos en la península y un criollo que tuviera aspiraciones no podría cumplirlas, y así incubar el descontento que creó la atmósfera para la eclosión libertaria de 1810.

La tarea de los españoles era ser evangelizadores del nuevo mundo y la del gobernador la de constructor de iglesias, fundador de ciudades, defensor de los débiles, explorador de nuevas tierras y protector de la colonia de los piratas ingleses y holandeses. Los viajes al sur del BioBio se hacían por la costa o por el interior para lo que debían tener la autorización de las tribus lugareñas y aún así. Debía además el señor gobernador velar porque el ganado se multiplicase en las haciendas donde se le faenaría a fin de producir sebo, charqui y cueros, que en aquella época todo se amarraba con correas; que hubiera piedra donde moler el trigo o el maíz; telares para tejidos de la tierra; carretas y barcos para llevar a vender lo producido dentro y fuera del país.

Debemos recordar que ahora en estos cataclismos hemos reconocido algunas necesidades básicas para la existencia, ellos tenían carencia de lo elemental y podía ser una muy incómoda forma de vivir en esos siglos. El territorio se dominaba ocupándolo y recorriéndolo por expediciones que unían las ciudades del norte o del sur por caminos de tierra, por ríos de difícil paso y estableciendo posadas para descansar y cambiar caballos, siendo a menudo lugares en que nacieron pueblos y se fundaron ciudades a la distancia de una jornada de viaje.
Iván Contreras R. 2010


Imagen: aldeaeducativa.com

viernes, 24 de septiembre de 2010

“Conquistar e poblar”


Reeditar los tiempos de la colonia española en América, de quienes pisaron entonces nuestras tierras, puede ser un buen ejercicio para la memoria. Es cosa de echar a andar la imaginación para descubrir realidades, quizás penalidades de cerca de 500 años atrás. Atenernos a ellas en los hoy países de este cono sur del continente: Perú, Bolivia, Uruguay, Paraguay, Argentina y Chile, basando los límites en cambios de relieve o de clima. También de que raza más belicosa poblara las comarcas descubiertas, luego “conquistadas e pobladas”.

Todo empezaba allá en España al organizar la expedición, con la anuencia del rey, reuniendo naos, bajeles, carabelas, galeones y bergantines, para enseguida surtirlas, ojalá, sobradamente para el regreso en un par de años. Víveres frescos, bizcochos, abundante vino en barriles, mercaderías y alimentación para 150 individuos. Otra historia era contratar a marineros, soldados y civiles, entre ellos contadas mujeres. Aceptar hasta treinta extranjeros con tal que no fueran franceses. Y para embarcarse cumplir algunas condiciones como estar confesados y dejar hecho el testamento. Ya en ruta no jugar a los naipes o a los dados ni renegar de Dios. Los que tenían un oficio, de herrero, carpintero u otro traerían sus herramientas. El abastecimiento del agua debía ser suficiente o habría problemas, sobre todo si además se incluían animales en ese viaje tal como vacas, yeguas y caballos.

La travesía del Atlántico pudo efectuarse sin tropiezos, en unos tres meses y medio, o tal vez tener percances en las tormentas y al buscar reparo en la costa ya cercana estrellarse contra las rocas y encallar en los bajíos. Entonces no habría socorro posible. En tanto tiempo aparecían enfermedades, no siempre de causas conocidas, y al que se moría se le lanzaba al mar acompañado de algunas oraciones.

La gente venía diseminada por las cubiertas y entrepuentes, lo que mejoró cuando conocieron la hamaca encontrada en el trópico. Llevar un Diario de navegación fue de gran interés para saber de esos viajes. Solía suceder que la expedición que venía a Chile llegara a otro destino en el Atlántico o en el Caribe o por alguna razón de peso regresara a España.

Ya en tierra, levantaban pueblos con repartición de predios y heredades edificando casas con los materiales del lugar, y “ficieron sementeras de pan”. Porque las vecindades eran preparadas para la labranza en terrenos que producían todo, trigo, cebada, que el maíz se daba dos veces en el año, y porotos, habas, calabazas y melones. Además los colonos comerían carne y pescado. Sin embargo si los tiempos eran malos, el hambre podía ser mucha y la desnudez tanta al romperse la ropa y gastarse los zapatos que “deseaban todos la muerte más que la vida”.

En buenos momentos de las relaciones con los naturales intercambiarían abalorios, espejos, peines, tijeras y cuchillos por víveres, fueran gallinas, pavos, perdices, carne de venado, o también por cestos de papas y por piezas tejidas. No era raro que algún español, cansado de sufrir penurias, desertara y se fuera a vivir entre los indígenas asegurándose así la comida y la vestimenta. Conviviría con ellos tantos años que terminaría formando familia y llegaría a ser útil auxiliar de las expediciones posteriores por conocer las costumbres de las tribus y sobre todo por dominar el idioma que hacía posible el entendimiento y las negociaciones.

Iván Contreras R. 2010
Prof.Emérito, U.de Concepción