viernes, 13 de mayo de 2011

Esencia en gotas


Gallina trintre enana

Los habitantes de Malleco tienen genes comunes que les permiten fácil amistad. He sabido que hasta en el extranjero saben reconocerse. Eso es tener “química” como me lo dijo una profesora de química.

Las fotografías antiguas de pueblos y campos son testimonios visuales de tiempos idos. Así se puede ver en el museo de Purén.

Si conocemos el pasado provincial podemos movernos con propiedad en el presente.

Los tiempos de entonces no es que fueran mejores. A la hora del relato se olvidan las penas, las dificultades, los dolores, sí se agrega la fantasía.

Las comidas que provienen de la tradición mallequina son interpretadas por la buena mano actual.

Junto al río las ramas y hojas de los sauces llorones se convierten en laureles al ceñirse como coronas clásicas a las sienes de los bañistas.

En los veranos a la hora de la fresca, las tardes y sus atardeceres brillantes de los celajes y sus colores románticos.

En los inviernos temporales con relámpagos y truenos que ruedan como toneles por las lomas y cerros.

Entre las tempestades eléctricas se forjaban los “rayos” que caían como hachitas de piedra que encontrábamos semienterradas en la cima de las lomas.

De los coleópteros hay miles de especies, algunas en la noche con luz propia.

En los campos las cosas del amor se daban con naturalidad. Las consecuencias las arreglaba la “misión” casando y bautizando.

A los niños mapuches se les daban nombres del calendario olvidando así el apelativo en lengua.

Con las primeras lluvias saber encontrar los hongos comestibles. En Europa hacen lo mismo.

Las lomas en primavera – como el desierto florido – son jardines reproduciendo la botánica de los libros y más.

Me pregunto si todas las gallinas de Trintre, ¿serán trintres?.

Angol que tiene historia, desde la conquista refundada tantas veces; punta de rieles en el siglo XIX desde donde se distribuían a los colonos extranjeros en caravanas de carretas y sus yuntas hacia toda la Araucanía.

De ciudad estudiantil se le denominaba y su alma mater era la Escuela Normal y sus promociones insuperables en su profesión.

Las hierbas en tiempo de sequía huelen más fuerte: los culenes, los poleos, las mentas, los hinojos, las melosas, el toronjil cuyano. Las esencias se condensan en gotas que perfuman los aires de Malleco con sus aromas.
Iván Contreras R . 2011


Fuente foto: www.criaderoelcanelo.cl/

lunes, 25 de abril de 2011

Gonzalo Rojas, poeta


Rojas... ya estás en el cielo

"Curanipe, Navegando en el tiempo"

Gonzalo Rojas, el poeta nuestro que recibió – entre otros- el Premio Cervantes, es un buen ejemplo de trabajo literario en las regiones de Chile y con ello nos dice que se puede hacer creación artística de calidad superior lejos de los centros tradicionales. Desde el extranjero supieron saltarse a la capital, porque desde allí supieron distinguirlo al verle sin nebulosas en los ojos.

Cuando leo sobre el poeta Gonzalo Rojas Pizarro que: “nunca tuve impaciencia por publicar, tampoco afán de éxito. Todo lo contrario, siempre me ha parecido una desmesura”, entonces yo le creo. Al conocerle en 1960 ese éxito que hoy ha conocido a raudales ya lo llevaba guardado pero él no lo sabía.

Cuántas veces conversamos, de tú a tú, siendo yo más joven, cuando ocupaba su cargo en la Dirección de Extensión de la Universidad de Concepción, en donde desarrollaba un trabajo de funcionario emprendedor y visionario, cuando organizó las escuelas de verano y los encuentros de escritores que dejaron una huella en el trascender de la vida cultural penquista. También esas iniciativas e inventivas tuvieron eco nacional y fueron modelo para otras instituciones del saber internacional.

Por entonces me compró una acuarela de la zona de Contulmo, con el lago Lanalhue al fondo. Es probable que le gustara por ser de la provincia de Arauco en donde se encuentra Lebu, la ciudad puerto en que nació. Recuerdo que era hermosa en su formato mediano y sé que la ha conservado por tantos años en que su vida ha seguido caminos muy variados.

Como poeta pasó penurias en la vida de joven, con el fallecimiento temprano del progenitor que hizo que su madre ampliara su función a la del padre ausente y estuviera bajo su responsabilidad la mantención y los estudios de los hijos. Pero claro, Gonzalo tiene un espíritu diferente al de sus cinco hermanos desde su sensibilidad y su particular manera de enamorarse de aquella chiquilla de ojos zarcos: “ a quien jamás me atreví a confesarle mi amor”, como el primer amor que no se concreta, pero que le servirá de motivación pura para sentir a la mujer: “Desde mi infancia vengo mirándolas, oliéndolas/ gustándolas, palpándolas, oyéndolas llorar/ reír, dormir, vivir”.

Gonzalo Rojas es intervenido por el destino que lo castiga de joven, que lo exilia de adulto, pero que lo reconoce, premia y homenajea de mayor. En los últimos tiempos recurre a lo vivido, a lo leído para seguir escribiendo, seguir viajando, aunque piense con sentido realista que lleva a la muerte junto a sí, “como una niñita que camina al lado de uno, a la cual uno debiera amar y no temer”.

Ahora último lo he visto caminar lento, pero erguido y seguro. Hablar despacio pero puede apurar y hasta hacerlo golpeado si la expresión lo necesita. Como muchos vates que usaron la cabeza y el talento para iluminar nuestras existencias alcanzará una larga proyección futura. Descubriremos mucho de los contenidos en su sabiduría poética, vendrán las revalorizaciones. Podemos esperar.

Iván Contreras R.
Prof. Emérito, U. de Concepción


Fuente imagen: Consejo de la Cultura.cl

miércoles, 13 de abril de 2011

Los cielos de Malleco


Pedro Luna - Atardecer en Malleco

Los cielos de Malleco

Situado en la cima de una loma se tiene dominio sobre las otras lomas, que se suceden una tras otra hasta la lejanía. Donde se encuentran y ascienden por la cordillera arbolada de Nahuelbuta o bien se estrellan con la pantalla azul de la cordillera nevada de los Andes. Todo ese espacio está cubierto por la bóveda del cielo, inconmensurable, muy densa de aire azul en el cenit y aclarándose al llegar a contactarse con la tierra y sus horizontes. Para pintar un buen cielo y que resulte hay que considerar esta característica.

Una mirada al cielo y se saben muchas cosas para ese día o para muchos días consecutivos. Temprano en la mañana, el campesino mira su cielo y si es cristalino en su claridad es que augura un día caluroso.

Los días de enero pueden ser muy limpios y por tanto tener un firmamento de fuerte azul. El de febrero siempre ha de estar sembrado de nubes aborregadas y correrán brisas.

El cielo tiene dos vidas, una de día y otra de noche, pasando por las transiciones, la alborada y el crepúsculo que pueden ser muy hermosos en los colores que se desparraman como celajes en las alturas; horas preferidas para la fotografía y para los intentos de los pintores por eternizar en sus telas esos momentos considerados como románticos.

En invierno, en un día de temporal, puede ser el cielo un eterno espectáculo de nubes que transitan a gran velocidad impulsadas por vientos estelares. Una tormenta eléctrica con sus rayos formará figuras luminosas de increíble inventiva. Siendo niños, tendidos de espalda en el patio de tierra, mirábamos como se dibujaban en las nubes animales fantásticos y a veces los rayos cortaban las cabezas a los dragones. Cuando se desataban los grandes chaparrones hacían que toda la vida del campo se detuviera .

La noche depara un mundo nuevo en que la luna y las estrellas son las protagonistas. En la oscuridad nocturnal la luna llena parece más grande y con el silencio que ayudaba a concentrarse en sus manchas era posible ver clarito a la Sagrada Familia, a la virgen y el niño montados en el asno en su camino al exilio. De recorrer las estrellas, viajar por la vía láctea, reconocer a la osa mayor y descubrir la cruz del sur, pasar por los más brillantes luceros y no cometer la locura de contarlas- cosa que nos tenían prohibido -por la creencia segura de que nos saldrían verrugas dolorosas.

Las luciérnagas en sus vuelos intentan competir con las estrellas y cuando la noche estaba nublada podían ganar. También palidecían las estrellas cuando se encendían las luminarias sobre las lomas en el la noche de la Cruz de mayo.

Iván Contreras R.2008




Fuente foto Laguna del Malleco: http://www.skyscraperlife.com/

(haz click sobre imagen para ver en gran formato)

martes, 8 de marzo de 2011

Tocando la guitarra


(Para ampliar haz click en imagen)


Ese día en la feria de libros usados me llamó la atención un título de portada verde y la fotografía de una mujer y su guitarra: “La cantora popular, fuente de nueva vida”. Allí uno tiene tiempo solo para hojearlo, tal vez para leer un párrafo. Lo demás lo hace la tincada y que esa obra se haga querer. El resto habrá que dejarlo para la casa, que nos pueda sorprender o que no le hallemos mayor gracia.

Las ferias no siempre ofrecen buenos precios, pero sí la posibilidad de encontrar libros que se han hecho escasos, que son de décadas pasadas como este de la cantora popular que es de 1988 y además de una edición privada que jamás llega a las librerías formales. El Taller de Acción Cultural – Quinchamalí, le dio forma en base a entrevistas a cantoras populares de la zona de Ñuble. De los campos y de los pueblos, ellas consideran un don tener voz y el manejo de una guitarra. Podían tener voz para cantar composiciones de su pertenencia o lo de otras, pero lo que siempre - según decían - era difícil hacerse del instrumento y una de ellas contaba que tocaba en una guitarra heredada, muy vieja y nunca afinada. Lo otro era tener “una memoria grande y dotes” y también que no “tuvieran vergüenza para cantar”, o sea no amilanarse ante el público de esa fiesta, trilla de enero, casorio, novena de las Carmenes, el Mes de María o velorio de angelito al que “uno le cantaba sus tonás,” para donde son requeridas, queridas y muy bien atendidas.

Con ese libro, el Taller quiso rescatar la historia y conocer nuestra identidad. Descubrir desde luego que cada cantora tiene muy adentro el lugar en que ha vivido, su familia, sus casas, sus patios apisonados, sentir el perfume de sus flores y de sus huertos. Y una cantora no se hace por generación espontánea sino que hay un destino que recorrer, desde la niñez, de la herencia de sus mayores, de madres y abuelas, vecinas y parientes, de canciones ajenas que se vienen cantando en el tiempo y propias principalmente. “Aprendí a tocar por tercera alta, por transporte españa y por guitarra. Hay tantos toquíos, pero son más antiguos. Es un don que nuestro señor me dio al nacer, y que tendré que morir con él. Por eso es lo más grande que tengo. Por eso no me he casado porque tenía un novio campesino. Un hombre muy buen mozo, de muy buena familia, de dinero. Entonces yo pololeaba con él. Un día me dijo que él se iba a casar conmigo, pero yo tenía que dejar la guitarra.”

Cuando escuchó eso, le dolió mucho y se expresó diciendo: “si uno con cantar no hace nada, no comete nada malo. Porque a mí todo el mundo me respeta cuando salgo a cantar”.

Entonces doña Edith le agregó que se acababa todo, que se olvidara de ella, “que prefería mil veces la guitarra antes que él”.

Ver como ese grupo TAC hizo recorridos aquel año por los campos de Chillán, por Quinchamalí, en donde las loceras hicieron tradición de la guitarrera de greda negra y sus filigranas, por San Nicolás y Portezuelo, sobre todo en este último pueblo en donde se pusieron en contacto con las cantoras populares, con su oficio de cantar, con las tradiciones y comprendieron que ellas eran fuentes de nueva vida.

Iván Contreras R. 2011





Fotografía "Guitarrera de Quinchamalí": manosdelalma.cl

jueves, 10 de febrero de 2011

Pajonales

Es de mi información que existe el "Dia Mundial de los Humedales" que se aprobó en una Convención Relativa a los humedales de importancia internacional,de fecha 2 de febrero de 1971 en Ramsar, ciudad de Irán y Chile se hizo partícipe desde 1981. En 2005 estableció una Estrategia Nacional de Conservación y Uso Sustentable de Humedales.

Por eso hay que tener presente la maravilla que es la vida de los pajonales de nuestras cercanías y no intentar secarlos ni darles provechos ajenos y desde luego hay que iniciar en los niños la instrucción en el cuidado de estos territorios bajo las aguas, respetar la vida que allí se acoge y considerar que forma parte del paisaje. La compensación de la sequedad de lomas y cerros son sus pajonales o humedales, llegan a un equilibrio. Una vida de milenios se le deben como herencia a las generaciones futuras. Preocuparnos de la tierra y de las aguas, cuidando los humedales.
I.C.R.





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Pajonales


Por entonces, a mediados del siglo XX, en Lumaco y en Purén se les llamaba pajonales, y cuando niño viví junto a ellos. Se denominaban así por la variedad de pajas bravas o cortadoras, por los batros y las totoras, que por milenios proveyeron a los naturales del lugar de material para construir, torcer cuerdas; para tejer o hacer cestos. Hoy en día se les llama humedales. En tiempos de la conquista y de la colonia los españoles mencionaban a las ciénagas de Purén, que eran temibles porque en cualquier escaramuza los mapuches se guarecían en ellas, en sus islas y bajíos y sus adversarios se empantanaban con sus cabalgaduras poniendo en peligro sus vidas.

Los pajonales eran verdaderos santuarios de la naturaleza por su vida vegetal de algunos canelos, de pitras y temos, que pasaban gran parte del año con sus raíces en el agua. La abundancia y diversidad mayores eran en la avifauna de especies propias y aquellas venidas de otros mundos en cada estación buena. De entre las aves- donde las garzas blancas eran hermosísimas- nos interesaban los patos silvestres comestibles y en su momento eran tantos los pichones que los cazábamos a palos al salir a los rastrojos. Asimismo recuerdo, durante la migración de aves al asomar la primavera, la llegada de las golondrinas, finas y bellísimas en sus rápidos vuelos blanco y negro.

Como las aguas eran bajas se pescaban grandes carpas con arpón pues su espinazo dibujaba la superficie. Coipos y huillines preparaban sus madrigueras y no les faltaba alimento tierno.

Con nuestras piernas de niños recorríamos los pajonales pisando sobre un légamo movible de trozos de totoras. Existían canales invisibles conocidos sólo por nosotros y por ahí se navegaba en rústicas canoas impulsadas por una larga vara. En esa época se creía que los pajonales se habían formado porque no existía un correcto y fluido drenaje, y para corregir eso se contrató a los ingenieros civiles René y Ernesto Ojeda quienes ejecutaron vías de desagüe. Supe que por un tiempo se logró rescatar algunas tierras, pero que finalmente las aguas habían vuelto por sus antiguos fueros.

Los numerosos y densos pantanos solían tragarse a los animales, y si alguno sobrevivía un rato siquiera, podía salvarse - tirándolo- por medio de lazos o cadenas con yuntas de bueyes, o apealados desde caballos. Nosotros criamos una ternerita encontrada junto a su madre muerta de agotamiento en los esfuerzos por librarse de su empantanamiento, animalito que fue nuestro regalón y que creció hasta ser una vaca que asomaba su astada cabeza por la puerta de la casa y que con un mugido bajito pedía algún delicado bocado junto a la palmada de cariño. Podía verse a la Pitoca, ése era su nombre, paseando sobre su lomo a cuatro o cinco niños de la escuela. Con el tiempo cumplió su destino de madre y lechera, y un día la perdimos de vista para siempre al ser llevada a la feria del pueblo.

Iván Contreras R., 2008



Fuente: http://turismopuren.blogspot.com/

lunes, 17 de enero de 2011

Primera mitad del siglo XX, su sentido de época


Motivado por las fotografías antiguas de la familia se ha de hablar de los antepasados, de quienes vivieron de amores, de penas y alegrías, pero de trabajo sacrificado. También de sus viajes en un contexto diferente, en que todo funcionaba de otro modo en comparación a este mundo actual, cuando se hacían en carruajes de tracción animal, por caminos de tierra cuyo estado dependía de las estaciones del año, por lo que en invierno se iría por una vía cubierta de barro si no lo mandara una emergencia grande como un atroz dolor de muelas, quizás un accidente en los potreros.

Para satisfacer otras exigencias estaba el tren, que no fallaba para ir a la ciudad lejana en donde estaba el liceo o el gran hospital necesario. Para lo mismo el trencito de trocha angosta daba salida al ramal de los italianos de Capitan Pastene. Desde Contulmo los estudiantes amanecían a caballo para tomar el tren en Purén. Al mismo tiempo otros contulmanos que iban a Cañete o a Lebu- la capital de la provincia de Arauco- se embarcaban en el vaporcito Santa María del colono Federico Müller que navegaba la laguna Lanalhue hasta Peleco y retomar allí el ferrocarril a su destino. Los viajes a Europa, en esos días, desde Valparaíso, se hacían en grandes transatlánticos a vapor y por un mes.

Los animales eran parte importante de las pertenencias de cada habitante, el piño de ovejas, fueran los caballos o los vacunos, que tenían sus jornadas diarias en un campo que funcionaba con el monocultivo del trigo, en lomas y cerros suaves en que todavía no se encontraban pinos ni eucaliptus. Las yuntas tiraban los arados, las rastras y otra maquinaria cuando recién llegaban los tractores. Estaban los hombres sometidos a las medicinas naturales y no se conocía la penicilina que, con toda seguridad, pudo curar enfermedades que por entonces resultaron mortales, y los mismos médicos del pueblo estaban expuestos a un desgraciado contagio.

Los artefactos van evolucionando y manteniendo su vigencia como la bicicleta y los primeros automóviles, la pluma fuente, el lápiz Faber Nro. 2 en las escuelas urbanas y rurales atendidas por las maestras y maestros egresados de las escuelas normales de Angol y de Victoria. Los objetos de la casa y de la cocina son hoy antigüedades dignas del museo, como también los aparatos que reproducían música de melodías ya idas. Cuando la electricidad solo iluminaba los pueblos, a veces débilmente, era difícil la conservación de los alimentos en los campos, sin refrigeradores, pero existían formas tradicionales de conseguirlo.

Las vestimentas estaban sujetas a los dictámenes de la moda impuestos por las revistas Pacifico Magazine, Margarita, Zig-Zag o Para Ti. Tiempo de costureras y sastres – hoy oficios concluidos- que daban sabias formas a los cortes de género que surtían las tiendas y paqueterías del pueblo o que venían en el brazo del falte. Los zapateros hacían el calzado para cada persona, remendaban los que envejecían con el uso.

Como funcionaba todo, como se pensaba y se compartía en sociedad, en las visitas, en los ámbitos y bares de los hoteles, como se recibía a la primavera con las fiestas y su reina, la joven más bella de la localidad, daba el sentido de la época, estilo que nosotros situamos ahora, con la debida perspectiva, en la primera mitad del siglo XX.

Iván Contreras R.
Prof. Emérito, U. de Concepción


Fuente: http://www.caleuche.org/valparaiso.html

martes, 21 de diciembre de 2010

El siglo XIX, tiempo de progreso


Carro de tracción animal, Temuco, año 1911

Se ha estimado que los días de la colonia española alcanzaron hasta 1810, por lo que nos parece que aquel período se prolonga por sobre el siglo XIX y que su espíritu se continúa como un sustrato de las costumbres hasta el día de hoy. Es posible que sumidos en el ahora no percibamos los remanentes coloniales que se encuentran en lugares geográficos aislados o en espacios muy cercanos siendo las artes y la literatura principalmente las que los sacan a la superficie. El folklore también los hace presente.

En la enseñanza media y sus contenidos se puso mucho énfasis en el desarrollo político, de los decenios y sus presidentes, en las guerras con los países del norte y vimos poco de la vida social y cultural. Todo, más bien, situado en el valle central, siempre con el Biobio como frontera meridional, por lo que ya pasada la mitad del siglo el gobierno empieza a correr esos confines al preocuparse de lo que significa el mapa del país, de sus límites y descubrir que había territorios estratégicamente vacíos en el sur continental por lo que se optó por ocuparlos con moradores de países lejanos, organizando la colonización extranjera junto a la chilena. Alemanes, suizos y franceses llegan a las tierras habitables al lado de los ríos y lagos de ese extremo.

Asimismo el estado se percata que existen grandes extensiones ocupadas por la etnia original en la Araucanía y se tomó posesión de ellas por un proceso que se llamó de pacificación. En ese siglo XIX, ya criollo, se optó por entrar a considerarlas como entidad nacional, sobre todo cuando esas regiones eran una aspiración de propiedad para pueblos ajenos intentando establecer una extraña monarquía. Antes se recuperó Chiloé y Valdivia que siempre se habían entendido directamente con el virreinato del Perú; había que nacionalizar esos campos. En suma se formó el país geográficamente con el suelo circunscrito por la colonia española que incluía tierras allende los Andes pero que ya habían pasado al virreinato de la Plata; pues hay que saber que hubo chilenos nacidos al otro lado de la gran cordillera y el resultado fue un país extenso, largo y angosto volado sobre el mar Pacífico, por tanto de gran variedad en relieve, clima y producción.

En las últimas décadas alcanza una extensión mayor sobre el gran desierto del norte. El tendido de líneas y puentes metálicos del tren fue como una columna vertebral junto a las vías camineras para comunicar sus distancias. Es, pues, ese siglo de fuerte acción política, social y académica, porque había que ponerse al día con la cultura universal y estructurar una nación en todo sentido, sea de la industria, la minería del carbón, del salitre y el cobre, de la agricultura del trigo. El progreso viene con el vapor y la electricidad.

Así el resultado fue muy atractivo para los viajeros y los científicos europeos constreñidos por las antiguas prohibiciones y celo español. Llega a ser un siglo bien conocido y sistematizado, y para los chilenos puede ser la vida decimonónica como raíz y fuente de desarrollo de casi todas las ciencias y técnicas actuales.

Iván Contreras R. 2010



Fuente de las imágenes: Tranvías de Chile

jueves, 2 de diciembre de 2010

De leer libros… Domeyko



Del total del libro de turno uno encuentra determinados episodios que quisiera compartir, así de este diario del joven científico polaco Ignacio Domeyko, contratado por el país en 1838, cabe citar parte del testimonio de su viaje desde Buenos Aires hasta Mendoza en compañía de un amigo y un guía. Como la cordillera de los Andes quedaría cerrada con el invierno que se aproximaba no descansó en la capital argentina y partió prontamente ya que tenía más 500 kilómetros por delante para llegar a ella.

Lo primero era comprar un pasaporte de postas, sistema que organizaba aquel gobierno para realizar estos viajes, lo que le permitiría ir cambiando caballos después de un gran recorrido desde el principio al galope por la pampa, extensión inmensa bajo un cielo azul y un horizonte que se combaba al tomar la curva de la corteza terrestre.

Quedaban atrás pequeños pueblos en su vida de domingo, ranchos y posadas que iban emergiendo adelante, acercándose y alejándose a medida que iban pasando en su galopar infinito. Rompían la monotonía bosques que asomaban azules de lejanía y que al aproximarse no eran más que rebaños de vacunos o caballares cimarrones, quizás ser caravanas de carretas pamperas moviéndose lentamente en el hacer el comercio de cueros, grasas y trigo entre las ciudades del interior y la misma Buenos Aires. A veces veían brillantes y hermosos lagos que al acercarse a ellos no eran otra cosa que espejismos.

Los pastos de la pampa que alimentaban a tantos animales son diferentes a los nuestros y los tréboles y chépicas se van renovando con las estaciones, por lo que nunca faltaban en su alimentación. En esta planicie se encontraban de vez en cuando con otros jinetes galopando a prisa: “ nos cruzamos con un gaucho de poncho azul levemente inclinado hacia adelante pareciendo formar un solo cuerpo con el caballo, su rostro no es salvaje ni severo, sino sereno y grave …”. Aquel iba sumido en sus pensamientos, los ojos en lontananza, ignorando totalmente a quienes cabalgaban en sentido contrario.

Domeyko describe la vestimenta del hombre natural de esas tierras como pintoresca contrastando con el campo verde, con su poncho azul con forro rojo- encargado a Chile nos dice- y bajo él la chaquetilla, el cinturón y el cuchillo al cinto. Desde la cintura la prenda llamada chiripá, calzado de cuero crudo de potro, largas espuelas, sombrero negro y la cabeza envuelta en su pañuelo que le protegerá la cara del fiero viento pampero. Junto a la montura lleva el lazo, rebenque y un juego de boleadoras heredadas de mapuches y patagones como armas de defensa y herramientas de trabajo. Los gauchos no son agricultores, comerciantes ni artesanos, son pastores ganaderos o de vida errante que llevan consigo enorme soledad, realzan la pampa con la diversidad de su ropaje, su postura en el caballo con el que mantienen estrecha relación, su vitalidad y espíritu de libertad.
Iván Contreras R- 2010



Ignacio Domeyko


Imagen de gaucho: argentour.com

domingo, 14 de noviembre de 2010

Atmósfera previa a 1810


Fernando VII

Si sabemos poco, intuimos más de los momentos previos a aquel año glorioso de 1810 en que varios países de América despiertan de una larga siesta de tres siglos y cambian su status en el que habían permanecido por tanto tiempo. No fue algo repentino, no fue un despertar súbito sino que fue algo posible de pronosticar, como presentimos todas las noches el amanecer por el trinar de los pajarillos que traen consigo a la luz del nuevo día. Es que el siglo XVIII trajo cambios en las ideas generales y aún de antes venían madurando - como todo evoluciona- en la sociedad colonial.

En aquel ambiente, pese a la lentitud con que se conocen las noticias y las experiencias terminan por asentarse y hacerse carne en las mentes de los personajes como la insurrección de las colonias norteamericanas contra Inglaterra, el país que les aflige. La revolución francesa puso cierto poder en el pueblo y aquí eran tierras de españoles y de portugueses fértiles en el recibir ese sentido libertario que atraviesa los mares y vuela por los territorios. Todo se conjuga, es posible leer a los filósofos franceses que manejan ideas nuevas, de un hombre nuevo, y tuvimos nuestros propios pensadores, por allá Miranda y acá Martínez de Rozas.

Si en las colonias se da una respuesta parecida, una reacción esperada, fue por que los mismos reyes españoles procuraron una unidad conseguida por la dictación de leyes y ordenanzas que afectaban a todas por igual, tolerando algunas diferencias y son parecidas reacciones aunque las distancias entre ellas fueran tremendas.

Nuestro Chile separado del Perú por un desierto imposible; por unas alturas que apunan del Alto Perú o por una muralla ciclópea, la cordillera de los Andes y la pampa infinita hasta Buenos Aires, sin embargo los vientos vencen las imposibilidades e informan y uniforman el sentido de la época.

Un mismo nivel cultural, la vida económica y aunque las etnias originarias fueran diferentes la raza europea como estaba en todas partes le daba uniformidad, maneras de gobierno y trato. Hasta el lenguaje da los lineamientos castellanos. El mar unía todo, pero su desarrollo no era tan grande más al encuentro de los siglos los barcos extranjeros, los venidos de Boston, de Francia o de Holanda hicieron ver que había otras formas de vivir, la forma independiente, el autogobierno y el pensar libremente.

Y aunque España fue maestra en enseñar a los demás países europeos a como organizar el funcionamiento de una colonia, la misma metrópolis tuvo su propia crisis y lo fue el ser invadida por Napoleón y atender a la abdicación de los reyes, y es José quien quiere dominar los asuntos españoles aún la vida de ultramar. Pues el Consejo de Indias se ha mantenido libre y sigue manejando la América india, pero aquí en cada lugar perciben la debilidad con que llegan ahora sus mandatos. Y la idea de incorporarnos al Mundo napoleónico recibe el más grande rechazo nuestro y a la hora de tomar importantes acuerdos se establecen juntas de personas brillantes en cada país y esas gentes son criollas que nunca obtenían cargos representativos, pero como eran los tenedores de la tierra y de la fortuna, ahora al tomar decisiones si fueron importantes.

Iván Contreras R, 2010