Mi madre cantaba canciones que no estaban en los discos de la victrola, ni se escuchaban en la radio, que eran de antes de 1940: “Manuel mío, Manuel mío gritaba ella/ no me mates, no me mates, ten piedad”...Relato dramático en que el hijo volvía convertido en un infame asesino y que se encuentra con su madre a quien no reconoce..... Siendo niños nos impresionaba mucho la historia que contaban esos versos.
Seguramente la cantaron mis abuelos de quienes la aprendió ella. No era raro que viniera de hacía mucho tiempo, pues nosotros ahora cantamos con naturalidad melodías de cincuenta años atrás. En algún momento mi padre también tarareaba canciones oídas a sus padres, que quizás provenían del siglo XIX. Nos imaginamos su difusión en el tren por músicos populares, en las fiestas familiares, en las ramadas del 18, que se hacían conocidas de boca en boca, de oído a oído, tomando como tema sucesos tremendos de la época o de grandes tragedias amorosas. En 1928, frente a Lebu se hundió el Angamos y para Críspulo Gándara fue un magnífico asunto para una composición que alcanzó gran popularidad en todos los medios, y luego grabada por él y Los Huasos de Pichidegua en un disco Odeón, siendo repuesta por grupos modernos: “Escúchame destino/ por que eres tan tirano/ con este ser amado/ a quien quiero con fervor/ la ley inexorable hundió al transporte Angamos/ dejando como huella/ la angustia y el dolor”.
Lo curioso era que el público participaba en la trama imputándole contenidos que el autor nunca tuvo en mente, como en “Nosotros,” vigente aún, con el protagonista condenado a morir a corto plazo de una insidiosa enfermedad... Más tarde de “Vanidad” se hacían sensibleras interpretaciones.
Las letras de los tangos, de por sí muy explícitas en sus tristezas, daban para conversar en los mesones o frente a las artesas.
El padre italiano de Marta cantaba o silbaba trozos de opera y algunas melodías montañesas de su tierra de Favale di Malvaro, mientras su madre chilena entonaba letras del sur o algún trozo de himno religioso venido de las novenas campesinas.
“Al pasar por el atajo/ me encontré con el cartero/ pensando que me traía/ la ansiada carta/ que de él espero/ pero fue mi pena grande/ cuando al llegar a mi lado/ moviendo así la cabeza/ por el camino siguió callado...” esta letra tuvo su momento de gloria y para nuestros antepasados no pudo haber mejor y que no se dejaría de cantar jamás. Para que al cabo de unos meses apareciera una nueva creación musical luchando por imponerse sobre ella.
Iván Contreras R-2008
Artista Plástico
Seguramente la cantaron mis abuelos de quienes la aprendió ella. No era raro que viniera de hacía mucho tiempo, pues nosotros ahora cantamos con naturalidad melodías de cincuenta años atrás. En algún momento mi padre también tarareaba canciones oídas a sus padres, que quizás provenían del siglo XIX. Nos imaginamos su difusión en el tren por músicos populares, en las fiestas familiares, en las ramadas del 18, que se hacían conocidas de boca en boca, de oído a oído, tomando como tema sucesos tremendos de la época o de grandes tragedias amorosas. En 1928, frente a Lebu se hundió el Angamos y para Críspulo Gándara fue un magnífico asunto para una composición que alcanzó gran popularidad en todos los medios, y luego grabada por él y Los Huasos de Pichidegua en un disco Odeón, siendo repuesta por grupos modernos: “Escúchame destino/ por que eres tan tirano/ con este ser amado/ a quien quiero con fervor/ la ley inexorable hundió al transporte Angamos/ dejando como huella/ la angustia y el dolor”.
Lo curioso era que el público participaba en la trama imputándole contenidos que el autor nunca tuvo en mente, como en “Nosotros,” vigente aún, con el protagonista condenado a morir a corto plazo de una insidiosa enfermedad... Más tarde de “Vanidad” se hacían sensibleras interpretaciones.
Las letras de los tangos, de por sí muy explícitas en sus tristezas, daban para conversar en los mesones o frente a las artesas.
El padre italiano de Marta cantaba o silbaba trozos de opera y algunas melodías montañesas de su tierra de Favale di Malvaro, mientras su madre chilena entonaba letras del sur o algún trozo de himno religioso venido de las novenas campesinas.
“Al pasar por el atajo/ me encontré con el cartero/ pensando que me traía/ la ansiada carta/ que de él espero/ pero fue mi pena grande/ cuando al llegar a mi lado/ moviendo así la cabeza/ por el camino siguió callado...” esta letra tuvo su momento de gloria y para nuestros antepasados no pudo haber mejor y que no se dejaría de cantar jamás. Para que al cabo de unos meses apareciera una nueva creación musical luchando por imponerse sobre ella.
Iván Contreras R-2008
Artista Plástico