lunes, 30 de agosto de 2010

De libros que hay que leer... Gabriela


Notable trabajo sería rastrear la prensa y las revistas del pasado en la seguridad de encontrar escritos que Gabriela Mistral iba desparramando, como sembrando en los muchos lugares que ella recorrió. Habría que rehacer su itinerario de poeta, de maestra y de cónsul honoraria de Chile, y revisar los medios sincrónicos para ver qué se encuentra. Así , de compilador, el educador Luis Vargas Saavedra logró encontrar en un seguimiento de este tipo suficiente material para armar “Recados para hoy y mañana” que nosotros podemos asegurar que no lo hemos leído antes.

Vi ese libro a precio barato, lo compré como por si acaso y resultó sumamente interesante - por lo rico en su temática - y fui apreciando su lengua en prosa como quien degusta un manjar. Unos buenos escritos que me hicieron reaccionar fisiológicamente como me sucede cuando veo un buen cuadro. En dicho libro aparece reproducida una conferencia dictada por Gabriela, en 1931, en la Universidad de Puerto Rico que tiene la gracia de ser un texto destinado a ser hablado y que al leerlo me parecía escuchar su voz lenta y arrastrada que le he conocido en más de alguna grabación de la época. Además descubrir la profusión de su vocabulario, de palabras nuevas que fui apartando y verificando en el diccionario para terminar cerciorándome que no eran inventadas por ella. También floreé algunas frases e ideas que me han ayudado a completar esta columna.

Llamó a aquella clase como “De libros que hay que leer y libros que hay que escribir” y en ella cuando se refiere a Alonso de Ercilla y Zúñiga, le critica que en su “Araucana” por apasionarse por la gesta del hombre no se ocupó del paisaje:” El ojo despreciador o desamorado de Ercilla hacia la naturaleza prócer sirve para fijar este concepto que se ha llamado insensibilidad del hombre español hacia el paisaje”... Y es cierto que en la literatura colonial por este efecto se hace nula referencia al ambiente natural y es cierto que el paisaje chileno fue sólo descubierto en el siglo XIX a partir de las voces románticas de los visitantes extranjeros con Rugendas en el principio y luego con los chilenos Antonio Smith y los mayores Pedro Lira, Alberto Valenzuela Llanos, Juan Francisco González y toda una línea estilística que llega hasta hoy, porque ellos lo hicieron suyo y le enseñaron a los chilenos a distinguirlo y amarlo.

En algunas páginas por ahí dice: “Fijemos el principio de que una lengua abandonada por descuido o anegada por otra, no se afirma y se robustece sino en la lectura diaria y un poco sistemática en el hábito de contar o simplemente de conversar bien”. Porque le gustaba conversar lo que afirma cuando dice:” me gusta acaso de más, acaso de sobra, el rodearme de gente que converse y guste de la conversa...”, además aconsejaba ese día a su público:” ensayen ustedes hablar mejor para mejor escribir”. Asimismo recomienda anotar las impresiones de cuando se viaja: “cabe hacer en los viajes descripción objetiva y subjetiva; se puede escribir monografías de palmeras y piñas como quien hace crónica noticiosa de gremios; los animales no solo se prestan sino que se dan para calcomanías pintorescas”.

“Infórmense del mundo, tomen posesión de su año, de su década y de su siglo”, parece que Gabriela Mistral era esponja natural que podía contener todos los oficios y que el escribir lo consideraba una artesanía, pero piensa que la prosa debe ser cuidada y honesta, pero no fastidiosa y manoseada: “La artesanía debe recordar la manipulación del obrero pero no oler demasiado al sudor de su mano”.

Iván Contreras R.


Gabriela en Biblioteca Miguel de Cervantes