Fernando VII
Si sabemos poco, intuimos más de los momentos previos a aquel año glorioso de 1810 en que varios países de América despiertan de una larga siesta de tres siglos y cambian su status en el que habían permanecido por tanto tiempo. No fue algo repentino, no fue un despertar súbito sino que fue algo posible de pronosticar, como presentimos todas las noches el amanecer por el trinar de los pajarillos que traen consigo a la luz del nuevo día. Es que el siglo XVIII trajo cambios en las ideas generales y aún de antes venían madurando - como todo evoluciona- en la sociedad colonial.
En aquel ambiente, pese a la lentitud con que se conocen las noticias y las experiencias terminan por asentarse y hacerse carne en las mentes de los personajes como la insurrección de las colonias norteamericanas contra Inglaterra, el país que les aflige. La revolución francesa puso cierto poder en el pueblo y aquí eran tierras de españoles y de portugueses fértiles en el recibir ese sentido libertario que atraviesa los mares y vuela por los territorios. Todo se conjuga, es posible leer a los filósofos franceses que manejan ideas nuevas, de un hombre nuevo, y tuvimos nuestros propios pensadores, por allá Miranda y acá Martínez de Rozas.
Si en las colonias se da una respuesta parecida, una reacción esperada, fue por que los mismos reyes españoles procuraron una unidad conseguida por la dictación de leyes y ordenanzas que afectaban a todas por igual, tolerando algunas diferencias y son parecidas reacciones aunque las distancias entre ellas fueran tremendas.
Nuestro Chile separado del Perú por un desierto imposible; por unas alturas que apunan del Alto Perú o por una muralla ciclópea, la cordillera de los Andes y la pampa infinita hasta Buenos Aires, sin embargo los vientos vencen las imposibilidades e informan y uniforman el sentido de la época.
Un mismo nivel cultural, la vida económica y aunque las etnias originarias fueran diferentes la raza europea como estaba en todas partes le daba uniformidad, maneras de gobierno y trato. Hasta el lenguaje da los lineamientos castellanos. El mar unía todo, pero su desarrollo no era tan grande más al encuentro de los siglos los barcos extranjeros, los venidos de Boston, de Francia o de Holanda hicieron ver que había otras formas de vivir, la forma independiente, el autogobierno y el pensar libremente.
Y aunque España fue maestra en enseñar a los demás países europeos a como organizar el funcionamiento de una colonia, la misma metrópolis tuvo su propia crisis y lo fue el ser invadida por Napoleón y atender a la abdicación de los reyes, y es José quien quiere dominar los asuntos españoles aún la vida de ultramar. Pues el Consejo de Indias se ha mantenido libre y sigue manejando la América india, pero aquí en cada lugar perciben la debilidad con que llegan ahora sus mandatos. Y la idea de incorporarnos al Mundo napoleónico recibe el más grande rechazo nuestro y a la hora de tomar importantes acuerdos se establecen juntas de personas brillantes en cada país y esas gentes son criollas que nunca obtenían cargos representativos, pero como eran los tenedores de la tierra y de la fortuna, ahora al tomar decisiones si fueron importantes.
Iván Contreras R, 2010
En aquel ambiente, pese a la lentitud con que se conocen las noticias y las experiencias terminan por asentarse y hacerse carne en las mentes de los personajes como la insurrección de las colonias norteamericanas contra Inglaterra, el país que les aflige. La revolución francesa puso cierto poder en el pueblo y aquí eran tierras de españoles y de portugueses fértiles en el recibir ese sentido libertario que atraviesa los mares y vuela por los territorios. Todo se conjuga, es posible leer a los filósofos franceses que manejan ideas nuevas, de un hombre nuevo, y tuvimos nuestros propios pensadores, por allá Miranda y acá Martínez de Rozas.
Si en las colonias se da una respuesta parecida, una reacción esperada, fue por que los mismos reyes españoles procuraron una unidad conseguida por la dictación de leyes y ordenanzas que afectaban a todas por igual, tolerando algunas diferencias y son parecidas reacciones aunque las distancias entre ellas fueran tremendas.
Nuestro Chile separado del Perú por un desierto imposible; por unas alturas que apunan del Alto Perú o por una muralla ciclópea, la cordillera de los Andes y la pampa infinita hasta Buenos Aires, sin embargo los vientos vencen las imposibilidades e informan y uniforman el sentido de la época.
Un mismo nivel cultural, la vida económica y aunque las etnias originarias fueran diferentes la raza europea como estaba en todas partes le daba uniformidad, maneras de gobierno y trato. Hasta el lenguaje da los lineamientos castellanos. El mar unía todo, pero su desarrollo no era tan grande más al encuentro de los siglos los barcos extranjeros, los venidos de Boston, de Francia o de Holanda hicieron ver que había otras formas de vivir, la forma independiente, el autogobierno y el pensar libremente.
Y aunque España fue maestra en enseñar a los demás países europeos a como organizar el funcionamiento de una colonia, la misma metrópolis tuvo su propia crisis y lo fue el ser invadida por Napoleón y atender a la abdicación de los reyes, y es José quien quiere dominar los asuntos españoles aún la vida de ultramar. Pues el Consejo de Indias se ha mantenido libre y sigue manejando la América india, pero aquí en cada lugar perciben la debilidad con que llegan ahora sus mandatos. Y la idea de incorporarnos al Mundo napoleónico recibe el más grande rechazo nuestro y a la hora de tomar importantes acuerdos se establecen juntas de personas brillantes en cada país y esas gentes son criollas que nunca obtenían cargos representativos, pero como eran los tenedores de la tierra y de la fortuna, ahora al tomar decisiones si fueron importantes.
Iván Contreras R, 2010