martes, 15 de septiembre de 2009

¡Viva el Dieziocho! - Iván Contreras Rodríguez


¡VIVA EL DIEZIOCHO!


¡Viva el dieziocho , señores!/ ¡Viva la fecha inmortal/ que es preciso celebrar/ como en años anteriores!. (La lira popular )

En septiembre se siente la atmósfera de fiestas patrias, se embanderó la casa, quedó hermosa con los colores patrios en la fachada principal.

Es diferente la celebración en la ciudad y en el campo, en el mar y cordillera, y habrá cambios en el norte, el centro y en el sur. Allá habrán guardado chicha de uva -vaya y curadora- por acá más bien vinito tinto pipeño.

Son tan variados los agasajos como lo son las geografías. En Arica, junto a su pabellón de 10 metros izado todos los días del año en la cima del Morro, se alzan miles de otros menores y la ciudad flamea con el viento de la tarde. Como en ella muchos otros pueblos del desierto.

La insignia nacional hace palpitar los corazones de los chilenos y en esos momentos pensamos en nuestros hermanos que viven en lugares tan distantes, tierras que a vuelo de cóndor veríamos como un jardín blanco, rojo y azul. También en nuestros compatriotas en el extranjero quienes en esa fecha y en “Saarbrücken -Alemania- se juntan para comer empanadas con un Casillero del Diablo y platicar la amistad celebrando y recordando”.

Lugar de desfiles es Contulmo con el contingentes de mantas de Elicura, con trutrucas y pifilcas; las escuelas, los bomberos, el personal cívico y las damas de rojo y otros colores.

Tiempo de juegos tradicionales y sobre todo de festejos en las fondas y ramadas, de canelo y avellano, en que los valseados, las rancheras, las cumbias y las cuecas hacen bailar al buen padre de familia, a los novios o simples jóvenes emparejados, talvez algunos pasados los ochenta. Los músicos adolecen siempre del anonimato, menos la Empera famosa en rasguear y cantar, y llevar el compás con su pata de palo.

Iván Contreras R.

El caqui - Iván Contreras Rodríguez


Podemos decir que el caqui es una planta rara para el medio chileno. Y claro que lo es, porque proviene de China y Japón. Tendemos a relacionarlo con el Oriente al comportarse en una forma diferente a la de los productos vegetales comunes nuestros: cuando el árbol se cubre de frutos anaranjados, se queda al mismo tiempo sin hojas y sus ramas tejen mil filigranas.

Conocí los caquis en Santiago, pues en mis lares de Purén y Contulmo no existian. Por entonces, en la década del 50, iniciaba mis estudios en la Escuela de Bellas Artes, en Santiago, y allí pude ver que era la fruta preferida como modelo en las “naturalezas muertas” que proponían a sus alumnos los maestros Carlos Pedraza, Jorge Caballero o Pablo Burchard. Dos razones avalaban esta preferencia de los profesores: al ser esos frutos muy puros de formas, se logran traspasar al papel o a la tela con muy pocos trazos; y sus variantes de anaranjados pueden contrastar armoniosamente con azules ultramares, cobaltos y cerúleos. Allí se dibujaron miles de hojas con conjuntos de caquis distribuidos sobre los manteles y también contenidos en tiestos domésticos entre los que destacaban unas fruteras de loza de forma de copa abierta.

¿Qué pintor chileno no ha pintado caquis, sea en conjuntos o formando parte de composiciones mayores?. Ricardo Bindis, Sergio Berthoud, Orlando Mellado, Albino Echeverría. Ximena Cristi y Eduardo Ossandón representaron caquis en muchas de sus obras y yo mismo estoy mirando, en este instante, un pequeño óleo salido de mi mano en alguna temporada pasada, con caquis y la sempiterna frutera blanca. Este fruto tiene su época, que es el invierno, y entonces anima con sus colores los entristecidos predios o quintas urbanas, invitando a quedar perpetuados en los trabajos de los artistas.

Años atrás al pasar por la calle Paicaví, cercana a San Martín, en Concepción, me alegró inmensamente la vista de un hermoso árbol de caquis en la plenitud de sus frutos. Inspirado y sin pensar más toqué el timbre para solicitar algunos y llevarlos como modelo a mi curso de dibujo en la escuela de arte de la Universidad. Me atendió una dama mayor que sin agregar más, a mi entusiasta petición dijo ¡ No ¡.

Este año pude encontrar caquis en las ferias populares en los barrios de Concepción y los compré todavía firmes, es decir, tiernos y, por lo demás, mucres al gusto. Maduraron muy bien en el alféizar de la ventana de la cocina y en cuestión de dos o tres días fue posible degustar sus dulzuras.

El árbol es de hojas grandes y de coloridos anaranjados, rojos y verdes. Del fruto, además de ser comido al natural, se pueden hacer mermeladas, tomarlos como jugo en leche; de su madera, que es muy dura y de hermoso color oscuro, se pueden construir muebles finos e instrumentos musicales. El diccionario Durvan dice que el caqui es de la familia ebanácea y que pertenece al género diospyros, que viene del griego y que significa “fruto divino”. Que el comerlo proporciona vitaminas y minerales a nuestra humanidad.

Carlos e Ivette me contaban que ellos plantarían árboles frutales en el sitio de su casa nueva en vez de aquellos que tan sólo son decorativos. Entonces yo pensé en el caqui, del cual existen variedades resistentes a los hongos y alguno de gran rendimiento, que puede ser un buen ejemplar para cultivar, ya que siempre será un buen adorno, y al recordar sus frutos, un ornamento muy provechoso.

Iván Contreras R.