lunes, 9 de abril de 2012

Al ritmo del Chipi, Chipi

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AL RITMO DEL CHIPI CHIPI

Chipi chipi, eh eh, Chipi chipi, eh eh,
aprende a bailar el ritmo del Chipi chipi.
Pichipi chipi, eh eh, Chipi chipi, eh eh,
aprende a bailar el ritmo del Chipi chipi.


Epaaaaaaa.. Opalaaaa.. Gózalaaaa
Así, aprende negro..


Amor, te voy a comprar un buquecito para pescar,
en nuestra luna de miel.
Amor, te voy a comprar un trencito para viajar,
en nuestra luna de miel.

Anoche puse en la barra de las preguntas en el computador, “Bar Cinzano”, y me encontré sumido en el ambiente noctámbulo de ese mítico centro de Valparaíso del cual tuve noticias por un programa en la televisión. Esa vez quedé encantado de la atmósfera chinganera y sobre todo del canto de esa mujer que, a no dudar, es artista propia del lugar. También me sorprendió que estuviera allí el penquista Titae Lindl y su contrabajo. No volví a encontrarlos hasta que le conté mis emociones ante esas voces y sus melodías a mi nuera Sandra y ella me recomendara como podría llegar a ese mundo en el aparato de mi escritorio.

Como lo digo sí la encontré y ahí estaba ella, esa mujer madura y humorosa cantando el “Chipi Chipi, aprende a bailar el ritmo del Chi Chipi… Amor te voy a comprar un avioncito para volar...”. Invité a Marta a escucharla, a quien también le gustó y nosotros solos en nuestro hogar, nos encontramos incorporados en este medio de fiesta de fin de semana. Además de la artista, participaba el público con gran frenesí degustando una “chorrillana”, especialidad de la casa que tiene de bueno su contenido y que se come “todos del mismo plato”. Nuestro interés creció al descubrir que el you tube continuaba con el tío Lalo Parra y otros personajes de la noche y de la bohemia.

Más adelante había la posibilidad de escuchar las canciones conocidas, aquellas oídas en la infancia y adolescencia como las del folklore interpretado por Los Cuatro Huasos que son los que conformaron mi memoria con Bajando para Puerto Aysén, El tortillero, Camino agreste, Matecito de plata, El martirio, El rodeo o el Cantarito de greda. Pude ver la gran diferencia de ese conjunto y los posteriores Quincheros, más musicales pero no tan emocionales en mis evocaciones. Los que están allí son Los Cuatro Huasos, menos pulidos pero más Chile.

Junto a Marta escuchamos la misma canción y sus diversos intérpretes que remueven los recuerdos de la vieja victrola de la casa paterna cuando don Manuel o los parientes que nos llovían en los veranos mallequinos nos traían como presente discos nuevos, recién grabados en Odeón, RCA Víctor, Brunswick o Columbia. Podrían ser otros conjuntos huasos o Silvia Infantas, el dúo Sonia y Miriam, Ester Soré, Malú Gatica, quizás Rayen Quitral con su voz lírica en La tranquera, Copihues Rojos, Una pena y un cariño, el Ay, Ay, Ay.

Marta vivía el entusiasmo y la emoción recordando su pasado capitalino y yo el mío campesino del sur y nos sentimos entonces tan acompañados, cualidad que tiene la música, la voz y el ambiente de aquel bar tradicional porteño.

Iván Contreras R. 2012

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lunes, 5 de marzo de 2012

El hundimiento del Angamos


Escúchame destino porque eres tan tirano / con este ser amado que quiero con fervor / la ley inexorable  hundió al transporte Angamos / dejando como huella  la angustia y el dolor. / En una horrible noche  después de un año justo / de aquella triste fecha allá en Alpatatacal  / el mar embravecido nos troncha tantas vidas / que llenas de esperanzas surcaban por el mar.

Así fue transcurriendo aquella triste noche / y luego en el oriente surgió el amanecer / solo quedaban restos de aquella muchachada / que entregaron sus vidas cumpliendo su deber./ El comandante Suárez también (en) contró la muerte / dejando en este mundo envueltos en el dolor/ a su querida esposa que llora sin consuelo / y también un hijito el fruto de su amor.

Guitarra calla un poco que mi alma se halla herida / por este rudo golpe que sufre mi nación. / Mis lágrimas se ruedan al ver a mi bandera / flameando a media asta y envuelta en un crespón. (bis)

El 6 de julio de 1928 naufragó el Angamos, nave de la Armada chilena, frente a Punta Morgüilla, al sur de Lebu. Procedía de Punta Arenas y su ruta tendría escalas  en Puerto Montt, Coronel  y Valparaíso. Había sido adquirido en Europa hacia 1891 y se le empleaba en el transporte de tropas.  Esta vez al salir de Puerto Montt lo hacía con 269 personas entre pasajeros y la tripulación. A poco de navegar les sorprendió una fuerte tormenta que dejó inservible el timón dejándolo al garete, con peligro de ir a estrellarse en los roqueríos de la costa. El comandante  Ismael Suárez ordenó al radiotelegrafista lanzar un S. O. S a quienes pudieran oírles y el Tarapacá que navegaba en la zona les escuchó repitiendo el llamado de auxilio llegando así a la Gobernación Marítima de Talcahuano. El barco chocó contra los arrecifes y se hundió rápidamente, en total oscuridad, haciendo uso de pitos y sirenas por si era escuchado y socorrido desde tierra.

Del pasaje total del transporte Angamos se dio por desaparecidas a 179 personas, se recuperaron 83 cadáveres y solo hubo 7 sobrevivientes. Muchas familias chilenas fueron tocadas por la tragedia. La poesía popular tuvo un buen tema sobre el que fabular y Críspulo Gándara, músico y payador penquista, compuso su conocida canción “El hundimiento del Angamos” que grabó en un disco Odeón, de 78 rpm,  acompañado por Los Huasos de Pichidegua en aquel mismo año.

Uno de los sobrevivientes afirmaba que en el momento del naufragio el comandante Suárez al ver que nada podía hacer, se habría encerrado en su cabina y descerrajado un tiro, pero eso es parte de la leyenda, pues se sabe que él fue uno de los salvados y que reclamó al autor que lo daba por fallecido, pero la canción era tan popular que ya nadie consintió en corregir la letra.
                                                                                                                
Iván Contreras R. 2012
Prof. Emérito. U. de Concepción


lunes, 6 de febrero de 2012

La mujer chilena

El huaso y la lavandera
(Mauricio Rugendas)

Cuando pienso que en todo lugar del país que visito me encuentro con gente, aún en el más inhóspito como en aquel de la patagonia chilena- tan lejana- en donde reina el viento, la lluvia, la nieve y sobre todo el frío y en ese ambiente siempre resalta el hombre y junto a él la mujer sobre esas condiciones tremendas. Siendo él el héroe presente, quedando en la historia y ella permaneciendo en el desconocimiento y el olvido.

De mi existencia infantil campesina, agreste, áspera en invierno, inmensamente calurosa en el verano, mis recuerdos son grandes para las mujeres, las que se ocupaban de nosotros los niños pequeños, de nuestras enfermedades, de las necesidades biológicas y de satisfacer las hambres del crecer.

En los campos de Purén la mujer se levantaba a las cinco de la mañana para cocer el pan amasado la noche anterior. Enseguida había que preparar el desayuno para quienes debían ir a la loma o caminar a la escuela. Había empuje en la mujer, que salía adelante como crecían los trigos, ya que todo significaba para ellas esfuerzos y sacrificios, y pocos triunfos junto a la olleta de tres patas o talvez lavando en el río con la inmensa paleta de madera, la ropa grande o la pequeña de los interiores. Si no en la artesa con el agua cristalina del Ipinco, el arroyo de la montaña.

La mujer estaba sujeta a la casa, a la mantención de la familia, al tejido o al remendar. O le sobraba trabajo en las chacras, en desmalezar los vinagrillos, arrancar las legumbres secas, sacar las papas, en coser los sacos de trigo y había que enseñar a las hijas a seguir ese mismo camino y a defenderse de las cogidas de la vida. Y eran las viudas de negro, quienes recogían las espigas en el rastrojo después de la emparva. Las que seguían el destino marcado por las mujeres mapuches ancestralmente pegadas a la tierra en el cultivo o en la recolección. O quizás siendo la retaguardia de su huentru mientras éste formaba hueste de lanzas contra el invasor. Desde la otra loma ellas alimentaban al hombre, curaban sus heridas, mitigaban su cansancio y terminaban por echar por la calle del medio, apedreando e insultando, a los españoles en su afligido escape.

Pero nadie les pagaba por su afán, sino más bien con más esfuerzo, con más responsabilidad que el propio hombre quien encontraba el regocijo de los aires libres, de los panoramas abiertos de montes y pajonales.

En el día de ayer la mujer de los campos no tenían la calidad de temporeras que han incorporado en los últimos años a la industria campesina, que enfrentan llenas de esperanzas, pero sin grandes garantías, porque ellas frecuentemente hacen presente que no son debidamente atendidas en su pasar laboral. Que debe mejorar la calidad de vida de las trabajadoras.

Iván Contreras R.-2009

Más Rugendas

martes, 27 de diciembre de 2011

Las flores son las que van

Carlos Pedraza

Una canción en una antigua película mejicana en blanco y negro decía así: Cuando se cortan las flores/ parecen llorar perfumes/ con lágrimas de colores/ que alegran los corazones. Versos y melodía que no he olvidado en tanto tiempo.

Las flores que siempre me han acompañado desde que las veía en los campos de Purén luchar contra la intensa sequía. Los cardenales o geranios seguían el derredor de las casas modestas de los inquilinos por lo mismo llamadas “flores de los pobres” y además son carne de perro pues de cualquier patilla caída en tierra saldrá una nueva planta. Asimismo lucen variados colores, podrán ser rojos, carmines, blancos, rosados o jaspeados de mezclarse unos con otros.

Si me pongo en otro lugar de este largo país, al estar en Arica en donde las bugambilias y los hibiscos aparecen por los muros en busca del cielo; en Pica, casi frente a Iquique, se sienten los aromas de los azahares de naranjas y limones. En cada oasis del desierto podemos sorprendernos con una flor y en Atacama el desierto florido es una gloria ante un poco de humedad. Al mismo tiempo la patagonia, a las alturas de Coyhaique, se cubre de lupinos, esos chochos de matices que van pasando por todo el espectro. Nacieron cuando se fueron las nieves y hacen arte de las colinas durante meses.

De nuevo en Malleco, las lomas de colores quemados en los veranos, en la primavera se tiñeron de rojos, de azules, violetas y amarillos de las flores de esas plantas que estudiamos y coleccionamos en los herbarios de la escuela. Así la naturaleza se va renovando y los botánicos del siglo XIX encontraron que las gentes originarias eran tan meticulosas y observadoras que la flor más pequeñita ya tenía nombre adecuado y que ellos solo le agregaron el latinazgo de la denominación culta.

Por septiembre y octubre las flores originan los frutos de cerezos, manzanos o ciruelos. Antes, en agosto los aromos y sus mimosas indicaban que venían los tiempos buenos. De pequeños nos comíamos las flores de los membrillares, pero no era mucho el daño que hacíamos ya que siempre amarilleaban los membrillos en su época, y de allí saldrían los dulces y mermeladas para el año. El territorio es por entonces una alfombra, en el parque de Lota y sus hortensias; con las azaleas y rododendros de Valdivia. Los copihues, la flor nacional, silvestres enmarañados en las montañas o domesticados en las copihueras de Angol y Contulmo. 

Cuando pintamos el tema de las flores no debemos ignorar sus estructuras, la conformación fantasiosa de las corolas, el entretejido de los tallos y todas son beldad en mano del hombre artista, en cada una se establece un canon ideal pensando en quienes las pintaron hermosas como Juan Francisco González, Carlos Pedraza y Anita Cortes que nos dejaron una tarea. De las flores que serán frutos o de los frutos que fueron flores. O de flores que solo crean semillas para eternizarse y que vienen de muy antiguo en el renovarse cada año. Son ellas las que van, las que nos muestran como camina el tiempo.

Existen personas que se preocupan especialmente de las flores, las damas de los clubes de jardines que cada primavera hacen exposiciones y compiten entre sí. En una de esas muestras vi un jarrón de lirios azules soñado para hacer una buena pintura. Los fotógrafos en sus agrupaciones también aceptan desafíos de captarlas en sus formas y colores y cuando no los había los pintores y dibujantes científicos reproducían las flores como motivo de estudio y catalogación. Y entonces hacían belleza.

Iván Contreras R
Prof. Emérito, U.de Concepción

jueves, 1 de diciembre de 2011

Qué culpa tiene el tomate


En el periódico de ese día se anunciaba una charla sobre la historia y evolución de las hortalizas que consume el pueblo chileno. El tema me interesaba, pues quería saber que había en cada metro cuadrado de nuestro territorio y por ser novedoso había bastantes oyentes al llegar al auditorio. El charlista, un ingeniero agrónomo estaba preparando lo necesario del material visual y su exposición la inició diciendo que él era un perito en maíz que vivió desparramándolo por todo el país y también experto en tomates.

Pero ahora quiso hablar del tomate que – según nos expresó – es la hortaliza de mayor uso en el mundo. Es una solanácea propia de América y se le reconoce, más bien, un origen en México y Perú siendo cultivada en los diversos países para ser tratada fresca, natural y en conserva, como fruto, en salsas o como jugo. De ser silvestre pasó a ser domesticado, lo que nos está diciendo que detrás del tomate actual – como de todas las otras hortalizas- está la mano del hombre. Las plantas rústicas tienen genes de gran calidad y son los que se van mezclando para hacerlas domesticas. En los primeros tiempos era de pequeña producción y duraba muy poco. Todas sus falencias se fueron mejorando en los huertos de personas preocupadas, como él mismo en las cercanías de Quillón y por ejemplo para lograr una mayor duración en el mercado se llegó a una cosecha escalonada. Por ser delicados, un gen suyo -el gen rin dijo el charlista- le dio firmeza, por hibridación, por mutación para que tolerara los viajes sin arruinarse. Firmeza es lo que más le interesa al intermediario.

Entre las ideas que expresó el conferencista, me pareció digno de consignar que en general no consumimos lo que debemos consumir, que comemos lo que le interesa al proveedor que hagamos y que para él queda el doble de lo que recibe el agricultor o productor. El tomate varía según el polen del ejemplar que esté al lado o sea se van formando dos tipos de plantas. Del más antiguo, aquel que conocimos con las características de tomate primario cuando éramos pequeños, su semilla es la AC 55. Que la germinación necesita agua, que no hay que sembrar demasiado profundo la semilla preparada en los viveros. Si se la pone muy hondo no tendrá fuerza para salir, tampoco en tierra muy apretada. Hay que dejar una distancia aproximada de 40 centímetros entre cada mata y para evitar las plagas plantar temprano, antes que se desarrollen los insectos.

Cosas que nosotros no conocemos, pero que los vegetales sí saben recibir son ciertas unidades calóricas que se distribuyen en el año, necesarias para llegar a su plenitud, lo mismo ha de suceder con el agua, que la que ha de caer caerá. Lo que como remate de la disertación me admiró fue el consejo de dejarlos unos días en la cocina para consumirlos en su sazón, pues su color rojo oculta cierta falta de madurez.

Iván Contreras R. 2011

jueves, 10 de noviembre de 2011

El 11.11.11 y los 100 años de Roberto Matta


El 11 de este mes se cumpliran 100 años del nacimiento de Roberto Matta, nuestro pintor estrella. La prensa chilena aprovecha de exaltar esa personalidad, también la televisión. Mientras para nosotros ha sido de importancia el espacio visual, todo lo contenido en nuestro rededor, digamos la naturaleza llena de cosas; a él parece no interesarle y sólo cuenta el espacio artístico, las grandes o pequeñas telas o papeles de diversos formatos y allí crea un mundo propio que no tiene ni antes ni despues. Aunque todas las artes anteriores a él pudieron ser sólo referencias para comparar, me parece encontrar cierta hermandad con el arte egipcio, porque ellos estaban creando algo nuevo para entonces, con el antecedente de las pinturas prehistóricas llenas de valores plásticos inaugurando siempre texturas, lineas, colores , claro-oscuros, totalidades que uno puede ver, que da que pensar y comprender que eso se consigue con un trabajo especializado. Organizado como algo nuevo, como arte. Con una técnica creada por él dotado de una facilidad otorgada sólo a los genios. Entonces me da por pensar que los pintores del Nilo conocieron a Matta y siguieron a Matta para crear sus personajes, sus ambientes, los mundos murales.

Su pintura es tan suya que los pintores que lo siguen se nota que lo siguen, pero que sepan que se puede crear algo diferente, tomar su filosofía, fundirla con la propia.......

Ivan Contreras R. 
11 del 11, 2011


martes, 18 de octubre de 2011

De dibujo en el zoológico


Cuando estudiaba en la Escuela de Bellas Artes, el maestro Ramón Vergara Grez nos llevaba a dibujar al zoológico ubicado en los faldeos del cerro San Cristóbal. Los monos eran muy movedizos; los leones y tigres estaban tras rejas muy tupidas para que nadie metiera las manos, pero además pasaban flojamente echados dormitando; la elefanta era inmensa y no dejaba de balancearse, la amable Fresia, en un espacio tan estrecho. De la jirafa era difícil hacer algo interesante con su cuello desmesurado: los pájaros no tenían ningún encanto.

Lo que sí dibujamos todos los futuros artistas fueron los camellos que estaban quietos, generalmente rumiando, en un corral más amplio de modo que teníamos mejor campo de visión. El todo del camello primero, en un croquis liviano, enseguida las correcciones y acentuaciones. Había que observar que sólo resultaban camélidos si se dibujaban largas sus corvas y cortas las piernas, así tomaban aplomo. También había que hacerles caras de camellos, con sus belfos colgantes, sus narices que a veces se cerraban y poner atención en sus ojos: dulces, mansos, tal vez pícaros y llenos de malas intenciones, seguro con ganas de tirarnos unos salivazos llenos de pasto verde.

Lo que si era difícil de captar eran sus extremidades totalmente desacostumbradas, que no se parecían a las del caballo ni a las del buey. Sus patas como planchas planas, redondas y aplastadas que según supimos se agrandaban al apoyarlas sobre la arena de los desiertos y entonces no se hundían. Eran un mal término para los miembros de la hermosa mole, tan llena de ritmos, del movimiento de su cuello, de sus jorobas, ancas y peludeces. Según como los dibujáramos resultarían muy naturales y figurativos, o bien constructivos y abstractos al estilo de Paul Klee en sus acuarelas de viaje por el norte de Africa, característicos eso sí al repetir los ritmos sus formas primordiales. Entonces cuando nos quedaban bien y parecían camellos los encontrábamos lindos y hasta nos daban deseos de acariciarlos con ternura, aun desde lejos tras el vallado que los separaba del público. Quizá venga desde entonces la afición a estos lejanos animales que me persigue y descubro su historia, su antigüedad, su probable paso desde América a los otros continentes, que hay dos clases de camellos, de una sola joroba, el dromedario de Africa y el de dos o bactriano en Asia. Que el pelo puede servir para varios usos como telas carísimas, alfombras, chaquetas de cuero y para hacer pinceles para artistas pintores siendo la mejor materia prima junto al de marta cebellina.

Como animales de los desiertos ellos son exclusivos de esos lugares, hechos para esos terrenos, que a la falta del agua la asimilan de una forma propia. Llevan grasa en sus jorobas en calidad de alimentación y energía. Que al estar acomodados para el desierto no pueden vivir en otro lugar como sucedió cuando en el siglo XIX (1846) se les trajo para atravesar desde Cobija a Potosí reeditando las caravanas saharianas y no prosperaron al no poder subir al altiplano boliviano.

Iván Contreras R. 2011

domingo, 4 de septiembre de 2011

Cantando himnos

Cantando himnos

Los himnos tienen una vida antigua y siempre se han cantado para honrar a los dioses, glorificar a los héroes y exaltar los grandes hechos de la historia. Corresponden a una composición poética de carácter funcional que adquiere una entonación musical o quizás al revés, una pieza musical que requiere de una letra que sirva para cantar y para marchar expresando sentimientos elevados.

Los himnos religiosos han sido especialmente importantes a cantar en las celebraciones de la liturgia. Recuerdo en aquellos años infantiles como se cantaba a la virgen en los atardeceres de la novena campesina allá en la provincia de Malleco, en casa de la familia Jara. En coro, canto colectivo de hombres y mujeres y sobre todo de los niños, como alabanzas en la procesión con que terminaba, elevaba el alma y agrandaba el corazón.

Los himnos se transformaron en expresiones políticas cuando fue necesario resaltar los ideales de la independencia de los pueblos americanos; algunos nacieron como cantos patrióticos en versos inflamados en contra del español, tanto, que luego hubo que moderarlos para no prolongar hasta el infinito una desavenencia puntual. En Francia, La Marsellesa de Rouget de Lisle, compuesta en 1792, fue el ejemplo que tomaron nuestros países para componer sus canciones patrióticas.

De nuestro himno nacional, con muchos versos, sólo se cantan el coro y la quinta estrofa, encendiendo las emociones al inicio de todo acto de importancia. Su impacto emotivo es el mismo en cualquier lugar del territorio y es, es por lo tanto, razón de unidad del pueblo chileno. La canción de Yungay, nacida en el siglo XIX, que entonábamos con entusiasmo marcial ensalzaba una victoria de guerra. Hacia 1940, en la escuela de la infancia, en lo alto de una loma de Huitranlebu, el patriotismo nos hacía entonar:” 18 de Septiembre/ por ti tenemos gloria/ tu fecha nos recuerda/ el mágico tesoro/ de puro y claro anhelo/ de patria y libertad/ de patria y libertad ...”, pero composición que ya nunca más oí.

Creo que no hay liceo en la república que no tenga su himno, motivo de entusiasmo en los actos escolares y de reminiscencias en las reuniones de ex alumnos, versos tal como: ”Oh, liceo en tus aulas resuena/ hoy un himno de afán creador...” o “En las aulas en que destella/ el verdor del Parque aún sin sol...” y“Juventud del liceo angelino/ esperanza de un mundo mejor......”

Las ciudades, asimismo, crean sus himnos útiles de usar en momentos de alegría y también en los de tristeza: “Soy de Lebu, soy de Lebu/ bajo el cielo y sobre el mar”. En la ciudad más septentrional de Chile, llamada de la eterna primavera, escuché culminar su canción entonando con toda el alma : “ Arica, siempre Arica/ siempre Arica hasta morir”.

Iván Contreras R.
Artista Plástico
Prof. Emérito U. de Concepción

Imagen: Escáner Cultural (Sobre la Canción Nacional)

jueves, 18 de agosto de 2011

Flores silvestres

Las  Amapolas - Monet 
(para ampliar haz click en la imagen)

Decimos bellas cosas de las flores de nuestros jardines y avenidas, pero no mencionamos a las que nacen solas en los campos. Lo que suele hablarse de las flores silvestres es que son hierbas, a veces malas hierbas, aunque sabemos que las flores de jardín fueron también alguna vez agrestes y que ha sido el cuidado de muchas generaciones el que las ha transformado en las que hoy tenemos. Las amapolas que pintó en 1873 Claude Monet, en un pastizal de Francia, por entonces eran silvestres.

No es extraño que en tumbas muy antiguas aparezca polen o semillas de las mismas plantas de hoy, porque aquellas que nadie cuidó supieron hacer sobrevivir su naturaleza, cubriendo los territorios y los tiempos. Una especie nuestra pudo colonizar Europa, después de viajar desde aquí en los bajeles coloniales que llevaban el oro americano.

Las flores silvestres siempre están presentes, las hay en cada estación del año, sólo que en primavera hacen eclosión en los campos abiertos, en los márgenes de las aguas, o bajo los bosques nativos. También entre las piedras de la alta cordillera o a nivel del mar sujetando las arenas con sus raicillas. Las encontramos al borde de los caminos y en los trechos de las líneas férreas, de donde recogimos los especimenes para nuestros herbarios escolares, aplastadas entre dos hojas de papel de diario.

Tener los conocimientos de un botánico puede ser valioso, pero lo será más tener gusto por ver las plantas del campo en esos días de sol en que las flores abren sus corolas. Para apreciarlas ayudará visitar los lugares en que proliferan, como en Malleco que enseña sus tierras cubiertas de azules, rojos o amarillos. Allí, a través de las flores muestran las lomas su espíritu. Mientras tanto en un zumbido liban los insectos el néctar de ellas; los escarabajos corren mil veces por entre las hierbas, subiendo y bajando los terrones. Es hermoso pasear la vista por las planicies verdes y descubrir en ellas la individualidad de cada flor.

Hace algunos años vi el despliegue de los mantos de coloridos chochos de la patagonia en Coyhaique después de haber estado meses bajo la nieve. En el norte encontramos, como en un alarde de supervivencia, los matices del desierto florido de la Tercera Región.

Las plantas silvestres y sus flores vivirán su martirio en los incendios casuales o provocados y frente al jardinero irreductible que no las perdona si su cultura le dice que son hierbas. Pero en ambos casos se terminarán reponiendo por su tenacidad y persistencia.

Las flores silvestres no sólo son propias del campo. Aunque no nos demos cuenta están muy cerca, y si miramos nuestras vías pavimentadas veremos en cualquier traza de tierra o en lo alto de una pared, algún llantén o diente de león.

Iván Contreras R.