Un día cualquiera supe que mi abuelo materno y su padre fueron carroceros, es decir sabían como se fabricaban las ruedas y los carruajes de su época, finales del siglo XIX y comienzos del XX. Éste era un oficio muy apreciado que tenía bastante demanda de trabajo. Sin embargo, las tecnologías que venían como el motor de combustión interna y la utilización del neumático, dejó a esta actividad fuera del sistema.
Cuando transcurría la década de los 40, era lugar de reunión de un grupo de niños del pueblo el taller de zapatería del maestro Varela, quien ejercía gran atracción e influjo sobre nosotros. A cada uno nos hacía trabajar en las diversas etapas de la fabricación de zapatos, manipular los cueros mojados y fijarlos por medio de estaquillas a la horma de madera. En seguida había que coser sin aguja, con la lezna y pitilla aguzada con cera virgen. Él era el maestro y nosotros los aprendices. Desarrollando una avanzada didáctica, la propia de todos los oficios, la de la educación del ojo y de la mano y sobre todo la de la humildad, él decía a las posibles clientes: A sus pies, señorita.
En otras ocasiones concurríamos a mirar la fragua de la herrería en donde el maestro Santander machucaba los fierros calientes que se convertían como por obra de magia en herraduras, puntas de arado o en otras herramientas, que con un fuerte sonido de vapores eran enfriadas violentamente en la barrica del agua. Mientras el maestro martillaba el metal sobre el yunque seguía el ritmo con un movimiento de la boca y sus espesos mostachos, hacia allá y hacia acá, gestos que nos parecían muy cómicos.
En la cuadra siguiente el maestro Alarcón, carpintero, hacía tanto una mesa y sus sillas como una puerta o una ventana. El trabajo suyo era convertir la roja madera nativa en los muebles que se le encargaba realizar con diseños generalmente de la tradición familiar, llegando a sus formas con herramientas características: serruchos para cortar, gubias y formones, cepillos y garlopas para alisar las superficies.
Don Carlos Anwandter recomendaba a los colonos alemanes que venían a Chile que usaran toneles para empacar sus menestras. Daba ese consejo basado en el hermetismo de los barriles fabricados por el tonelero con una técnica propia y por la facilidad de hacerlos rodar y arrumar en la bodega del barco. Aunque el origen de la tonelería es muy antigua tendemos a relacionarla con el siglo XIX, y en el día de hoy entrada en receso.
El maestro Erices fabricaba las monturas de la zona, torcía los lazos y tramaba las riendas y sus frenos. Cuando se murió el maestro Erices, se cerró la talabartería y se acabaron las monturas.
Iván Contreras R.
Artista Plástico
Cuando transcurría la década de los 40, era lugar de reunión de un grupo de niños del pueblo el taller de zapatería del maestro Varela, quien ejercía gran atracción e influjo sobre nosotros. A cada uno nos hacía trabajar en las diversas etapas de la fabricación de zapatos, manipular los cueros mojados y fijarlos por medio de estaquillas a la horma de madera. En seguida había que coser sin aguja, con la lezna y pitilla aguzada con cera virgen. Él era el maestro y nosotros los aprendices. Desarrollando una avanzada didáctica, la propia de todos los oficios, la de la educación del ojo y de la mano y sobre todo la de la humildad, él decía a las posibles clientes: A sus pies, señorita.
En otras ocasiones concurríamos a mirar la fragua de la herrería en donde el maestro Santander machucaba los fierros calientes que se convertían como por obra de magia en herraduras, puntas de arado o en otras herramientas, que con un fuerte sonido de vapores eran enfriadas violentamente en la barrica del agua. Mientras el maestro martillaba el metal sobre el yunque seguía el ritmo con un movimiento de la boca y sus espesos mostachos, hacia allá y hacia acá, gestos que nos parecían muy cómicos.
En la cuadra siguiente el maestro Alarcón, carpintero, hacía tanto una mesa y sus sillas como una puerta o una ventana. El trabajo suyo era convertir la roja madera nativa en los muebles que se le encargaba realizar con diseños generalmente de la tradición familiar, llegando a sus formas con herramientas características: serruchos para cortar, gubias y formones, cepillos y garlopas para alisar las superficies.
Don Carlos Anwandter recomendaba a los colonos alemanes que venían a Chile que usaran toneles para empacar sus menestras. Daba ese consejo basado en el hermetismo de los barriles fabricados por el tonelero con una técnica propia y por la facilidad de hacerlos rodar y arrumar en la bodega del barco. Aunque el origen de la tonelería es muy antigua tendemos a relacionarla con el siglo XIX, y en el día de hoy entrada en receso.
El maestro Erices fabricaba las monturas de la zona, torcía los lazos y tramaba las riendas y sus frenos. Cuando se murió el maestro Erices, se cerró la talabartería y se acabaron las monturas.
Iván Contreras R.
Artista Plástico
Imagen: ventana de Purén (Flick)
No hay comentarios:
Publicar un comentario