Fueron casi tres siglos de los que sabemos muy poco, desde que se instaura la colonia hasta que el pueblo de Chile estima declararse independiente, en las ciudades y en las encomiendas donde se va fraguando una civilización que ha sido trasfondo de nuestra vida actual. Quiero llegar a la esencia en palabras, dar el sentido de época con civiles, religiosos y soldados siempre listos para lo que fuere en la tierra tomada y más allá del Biobio límite y frontera impuesta por el sentido común.
La ciudad trazada a escuadra como un tablero de ajedrez fue asiento para el español con espacio para la iglesia, los conventos, el colegio, la plaza, los solares y las casas de los habitantes. Todos estuvieron en la fundación, que tenía su protocolo con participación perentoria del gobernador y en el poblamiento las mujeres tenían un papel relevante, eran muchos sus roles y muy sacrificados como ignorados. Españolas y criollas, mestizas e indias responsables de la descendencia significaban la continuidad cultural. Lo urbano se extendía a lo rural en las chacras y heredades para las siembras y mantención de los ganados. Aquí y allá se levantaban fabricas de adobes, ladrillos y tejas, junto a maderas de los bosques nativos se alzaban las construcciones, no siempre capacitadas para soportar los frecuentes temblores.
Los hijos de esas mujeres estudiaban en los conventos y allí alguien les contaría de España, siempre presente, como del Rey también siempre de oídas, invisible, porque jamás vino un rey a América, y con tanto poder que de él se recibían los favores y también los castigos. Hastiados de ser ciudadanos de segunda o menores de edad por ser considerados de poca capacidad intelectual, indios, mestizos y criollos, de formación española mantenían la influencia india por el lado materno, y se hacían fuertes y diestros en cosas del campo y de la guerra viviendo a plena naturaleza. Ya crecidos los buenos trabajos se daban a los nacidos en la península y un criollo que tuviera aspiraciones no podría cumplirlas, y así incubar el descontento que creó la atmósfera para la eclosión libertaria de 1810.
La tarea de los españoles era ser evangelizadores del nuevo mundo y la del gobernador la de constructor de iglesias, fundador de ciudades, defensor de los débiles, explorador de nuevas tierras y protector de la colonia de los piratas ingleses y holandeses. Los viajes al sur del BioBio se hacían por la costa o por el interior para lo que debían tener la autorización de las tribus lugareñas y aún así. Debía además el señor gobernador velar porque el ganado se multiplicase en las haciendas donde se le faenaría a fin de producir sebo, charqui y cueros, que en aquella época todo se amarraba con correas; que hubiera piedra donde moler el trigo o el maíz; telares para tejidos de la tierra; carretas y barcos para llevar a vender lo producido dentro y fuera del país.
Debemos recordar que ahora en estos cataclismos hemos reconocido algunas necesidades básicas para la existencia, ellos tenían carencia de lo elemental y podía ser una muy incómoda forma de vivir en esos siglos. El territorio se dominaba ocupándolo y recorriéndolo por expediciones que unían las ciudades del norte o del sur por caminos de tierra, por ríos de difícil paso y estableciendo posadas para descansar y cambiar caballos, siendo a menudo lugares en que nacieron pueblos y se fundaron ciudades a la distancia de una jornada de viaje.
Iván Contreras R. 2010
La ciudad trazada a escuadra como un tablero de ajedrez fue asiento para el español con espacio para la iglesia, los conventos, el colegio, la plaza, los solares y las casas de los habitantes. Todos estuvieron en la fundación, que tenía su protocolo con participación perentoria del gobernador y en el poblamiento las mujeres tenían un papel relevante, eran muchos sus roles y muy sacrificados como ignorados. Españolas y criollas, mestizas e indias responsables de la descendencia significaban la continuidad cultural. Lo urbano se extendía a lo rural en las chacras y heredades para las siembras y mantención de los ganados. Aquí y allá se levantaban fabricas de adobes, ladrillos y tejas, junto a maderas de los bosques nativos se alzaban las construcciones, no siempre capacitadas para soportar los frecuentes temblores.
Los hijos de esas mujeres estudiaban en los conventos y allí alguien les contaría de España, siempre presente, como del Rey también siempre de oídas, invisible, porque jamás vino un rey a América, y con tanto poder que de él se recibían los favores y también los castigos. Hastiados de ser ciudadanos de segunda o menores de edad por ser considerados de poca capacidad intelectual, indios, mestizos y criollos, de formación española mantenían la influencia india por el lado materno, y se hacían fuertes y diestros en cosas del campo y de la guerra viviendo a plena naturaleza. Ya crecidos los buenos trabajos se daban a los nacidos en la península y un criollo que tuviera aspiraciones no podría cumplirlas, y así incubar el descontento que creó la atmósfera para la eclosión libertaria de 1810.
La tarea de los españoles era ser evangelizadores del nuevo mundo y la del gobernador la de constructor de iglesias, fundador de ciudades, defensor de los débiles, explorador de nuevas tierras y protector de la colonia de los piratas ingleses y holandeses. Los viajes al sur del BioBio se hacían por la costa o por el interior para lo que debían tener la autorización de las tribus lugareñas y aún así. Debía además el señor gobernador velar porque el ganado se multiplicase en las haciendas donde se le faenaría a fin de producir sebo, charqui y cueros, que en aquella época todo se amarraba con correas; que hubiera piedra donde moler el trigo o el maíz; telares para tejidos de la tierra; carretas y barcos para llevar a vender lo producido dentro y fuera del país.
Debemos recordar que ahora en estos cataclismos hemos reconocido algunas necesidades básicas para la existencia, ellos tenían carencia de lo elemental y podía ser una muy incómoda forma de vivir en esos siglos. El territorio se dominaba ocupándolo y recorriéndolo por expediciones que unían las ciudades del norte o del sur por caminos de tierra, por ríos de difícil paso y estableciendo posadas para descansar y cambiar caballos, siendo a menudo lugares en que nacieron pueblos y se fundaron ciudades a la distancia de una jornada de viaje.
Iván Contreras R. 2010
Imagen: aldeaeducativa.com
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